lunes, 25 de abril de 2011

CUENTO KILÓMETROS, de Mario Crespo

¿Habéis oído hablar alguna vez de las neuronas espejo? ¿No? Me lo imaginaba. Se denominan neuronas espejo a una cierta clase de neuronas que se activan cuando un animal o persona desarrolla la misma actividad que está observando ejecutar por otro individuo. En el ser humano se las encuentra en el área de Broca, en el lóbulo frontal derecho del cerebro. Se supone que estas neuronas desempeñan un importante rol dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como la empatía y la imitación, de aquí que algunos científicos consideren las neuronas espejo como uno de los descubrimientos más importantes de las últimas décadas. Y ahora os preguntaréis: ¿qué coño tiene que ver toda esta mierda cerebral con el libro de Mario Crespo? Bueno, el caso es que para llegar a ser un buen escritor hay que ser primero  un buen observador y saber meterse en la piel de otras personas, y para ello es importante tener bien entrenadas a nuestras neuronas espejo. El ejercicio más interesante de esta novela es, sin duda, el juego de perspectivas, el punto de vista del personaje narrador en cada microrrelato. Tenemos a Claudio Rivera la mayoría de las veces, pero también a su novia María Gómez, a un tal M.C., al mismo autor Mario Crespo y a otros personajes secundarios como Álvaro Madrazo, Antonio González, Adriana Rodríguez y David Rodríguez de la Huerta. El autor hace alarde de empatía literaria y se mete en la piel de todos sus personajes para contar, con rápidas pinceladas, los viajes y las escapadas de los últimos diez años de la vida de Claudio Rivera. No te da tiempo a reflexionar sobre la historia que acabas de leer que el autor ya te catapulta a otra realidad completamente diferente, a otro viaje, a otro juego de espejos que en un primer momento te deja aturdido. Neuronas espejo, acordaos de ellas. Muy divertidos los relatos sobre Italia e Inglaterra, algo rápidos los últimos dos sobre Holanda y Bélgica, en los que detecto cierta prisa por acabar, y realmente bueno el cierre final, donde leemos:

No podía imaginar cómo sería la próxima década, tampoco tenía muy claro cuánto tiempo son diez años, cuántos kilómetros se pueden recorrer en ese tiempo ni a qué velocidad. Lo que sí sabía era que la etapa de la ceguera estaba tocando a su fin y viniese lo que viniese, no sería tan emocionante (pag. 91).

Seguro que eso es lo que piensa Claudio Rivera, el verdadero protagonista de esta obra, pero no su autor, pues estoy convencido de que los próximos diez años de Mario serán mucho más emocionantes de lo que jamás pueda imaginarse. Simple intuición. Ya lo hablaremos en 2021 ante una copa de tinto.
En fin, otra apuesta acertada de la editorial Eutelequia, cuyo proyecto de narrativa española contemporánea está empezando a ganar cierto peso en el panorama literario actual. Ideas claras y neuronas espejo jodidamente a tope: id tomando nota.



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