Una vez más estoy aquí reseñando un libro publicado por una editorial independiente y relativamente joven. A veces me pregunto por qué estos libros no se publican en los grandes grupos y siempre has de dar con ellos por pura casualidad. Muchas veces, hablando con editores o agentes consagrados, tengo la sensación de que van faltos de lecturas, de que se limitan simplemente a buscar el punto comercial en la obra, de que no tienen ni puñetera idea de nada. En más de una ocasión mencioné a autores del calibre de Sherwood Anderson, John Fante, Thomas Mann o Hubert Selby jr. y la respuesta solía ser una mirada de estupor. No los conozco, me decían; ¿son nuevos? Si esta gente es la que decide los títulos que van a copar estantes y plataformas virtuales, quizá podamos empezar a entender unas cuantas cosas, como por ejemplo que Los leopardos de Kafka, de Moacyr Scliar (reconozco lo difícil que puede ser ir a una librería y tener que pronunciar este nombre) salga con Rayo Verde y no con Planeta. Otra lanza rota a favor de la editorial: son de Barcelona y publican todos sus libros tanto en catalán como en castellano, para que los lectores puedan así escoger libremente sin tener que dejarse influenciar por la tan aburrida diglosia. Esta decisión, en medio de la estupidez generalizada de los políticos y en el intento diario de lavarnos el cerebro, resulta absolutamente elogiable y nos da una clara lección de democracia. Ahora vayamos con los leopardos. En ella se narra la historia tragicómica y conmovedora de Benjamin Kantarovitch, apodado Ratoncillo por su semblante y originario de Berasabia, una pequeña aldea situada a unos ochenta kilómetros de Odessa. Estamos a las puertas de la Primera Guerra Mundial y Ratoncillo, junto con su amigo inseparable Iossi, se interesa por el marxismo y por el movimiento comunista que en esa época empezaba a sentar las bases de la revolución rusa. El ídolo de los muchachos es Trotski, y Iossi un día hasta abandona el pueblo y se marcha a escondidas a París para conocerlo en persona. Regresa eufórico con una misión encargada por el mismo líder: se trata de ir a Praga con un sobre, registrarse en el hotel Terminus y ponerse en contacto con un escritor para que le mande un mensaje cifrado. El problema es que Iossi cae gravemente enfermo y, ya en el lecho de muerte, le pasa la misión a Ratoncillo. Dirás que eres Iossi y la llevarás a cabo en nombre de Trotski y de la revolución, le dice. Ratoncillo se arma de valentía y se marcha Praga, donde vivirá un auténtico calvario personal hecho de imprevistos y malentendidos, y además conocerá a Kafka, quien le entregará un aforismo titulado Los leopardos en el templo. ¿Quiénes son esos leopardos? ¿Por qué entran en el templo y beben de los cálices? ¿Y, sobre todo, cómo es posible que la aventura de Ratoncillo tenga repercusiones en el golpe de estado de Brasil de 1964? Las respuestas están en esta maravillosa novela, una obra tremendamente actual, muy bien escrita y con un mensaje importantísimo para la humanidad. Nos dice la nota final:
Vivimos en un momento histórico en que los leopardos vuelven a entrar en el templo, aunque tal vez nunca dejó de ser así. Esta obra no evitará que entren una y otra vez, pero esperamos que te haya divertido, te haya hecho pensar y colabore a que no consideremos que es un derecho de los leopardos beberse nuestro vino de los cálices una y otra vez.
Este mensaje también es válido para los leopardos, así que tal vez los amigos Mariano Rajoy y Artur Mas deberían dejar por un momento de vaciar los cálices del templo y dedicarle unos minutos a la lectura de este libro, que solo vale trece euros. Dejad los putos cálices, joder.