lunes, 22 de junio de 2015

LA MALA PUTA, de MIGUEL DALMAU y ROMÁN PIÑA VALLS


Buenos días, almas inquietas. Se acerca el verano y aquí está la reseña del mes. Y os aviso de que viene cargada de pólvora. Vamos a ver. Tenemos a dos señores, Miguel Dalmau y Román Piña Valls, que llevan muchos años metidos en el ajo editorial y saben bastante de todos los entresijos que mueven esta maravillosa cofradía de vampiros. Y resulta que hace unos meses sacaron La mala puta, un ensayo escrito a cuatro manos lleno de verdades que ya va siendo hora de gritar a los cuatro vientos. ¿Es este libro una obra maestra? Supongo que no, pero, ¿qué es exactamente una obra maestra? Si no lo sabéis, preguntadle a algún crítico, a ver si os ayuda. Por mi parte, lo que sí puedo decir es que La mala puta es un libro absolutamente necesario en el panorama actual, está bien escrito y puede resultar de gran ayuda para cualquier autor novel ilusionado con publicar su primera obra. Hay que matizar algunas afirmaciones, pero sin duda debería venderse en los aeropuertos y repartirse por las calles como si fuera una vacuna contra la estupidez y ese borregueo masivo que cada vez arrambla más con la cultura. Este ensayo es la ametralladora cargada, el imput definitivo para subir a mi atalaya con una sola consigna en la cabeza: prohibido hacer prisioneros. Así que vamos allá. Primero: los editores. Si tenías alguna duda en la cabeza, te la despejo rápido: ellos son los únicos culpables, no hay otros. No me vale, pese a que la respeto y la comparto a medias, la crítica de Dalmau a escritores de best seller como Ildefonso Falcones o Carlos Ruíz Zafón. Ildefonso Falcones escribe mal y hace narrativa comercial; Zafón escribe bien y hace narrativa comercial, así que no pueden estar en el mismo saco. Zafón es un buen escritor (que haga narrativa comercial no significa que no sepa escribir bien, ojo), Falcones no. Si estos tíos ganan millones, me alegro un montón por ellos. Si Albert Espinosa gana millones con su libro a pesar de ser un paquete (tanto él como sus libros), olé sus huevos. Si Boris Izaguirre es finalista del Premio Planeta con su bazofia también me alegro. Hasta el tato sabe que los premios literarios están amañados, no me jodas. A ver qué te parece esto: ahora mismo puedo empaquetar la mierda de mi perro y venderla en el mercado diciendo que sienta bien para la salud. Si alguien me diera diez euros por ella, ¿acaso crees que mañana no volvería a hacer lo mismo? ¿De quién es la culpa, de mi perro por cagar mierda y no oro o mía por intentar vendérsela a los primos? Con el mundo editorial pasa tres cuartos de lo mismo. Si se empieza a publicar la mierda y a darle mucho bombo y la gente la compra, como acierta a decir Dalmau, para ingresar en el rebaño y poder compartir sus experiencias lectoras en una cena y así rodearse de una cierta pátina de cultura, la culpa sigue siendo siempre y solo del que saca la mierda al mercado. La mayoría de los editores de este país son el tumor maligno, y las agencias literarias no son más que metástasis que acaban invadiéndolo todo. ¿Por qué? Sencillo, porque no han leído lo suficiente. Estamos rodeados de business men y business women alterantivos que llevan los principales sellos de este país, y cuando hablas con ellos te das cuenta de que no tienen ni puta idea de nada. Están allí porque han hecho un máster en dirección de empresas o gestión del patrimonio cultural o le han hecho la pelota a alguien o vienen enchufados o cosas de esas, pero no saben un carajo de literatura. Nada. Publican en las redes sociales y siguen la actualidad y hablan de las novedades que van a sacar y piensan en el dinero que van a ganar en comisiones y en sacarse de encima a la competencia y en joder a los compañeros que en algún momento puedan hacerles sombra y en lamerles el culo a los escritores de renombre y en acudir a muchas cenas importantes y en trabar nuevos contactos y en hablar de filosofía zen y de sinergia y en lidiar con las agencias y en ser respetados en el mundillo y en tener cada vez más PODER... pero no han leído lo suficiente como para tener un criterio sólido, y por lo tanto nos venden mierda de perro. Culpables.
He quedado con muchos de ellos a lo largo de estos diez años y te aseguro que uno no termina nunca de asombrarse. Oye, ¿has leído a Sherwood Anderson? No me suena. Una bala en la frente ¿Y a Selby jr.? Tampoco, será que es nuevo. No, no es nuevo. Balazo en la sien. Oye, y a John Fante, Edgar Hilsenrath, Joseph Roth, Umberto Eco, Luigi Pirandello, Dostoievski y Kundera seguro que los conoces, ¿verdad? Bueno, claro, he leído a algunos de ellos. Un disparo en los cojones/ovarios para que muera desangrado. Piensa que esta clase de personas son los encargados de alimentar la literatura. Como pedirle a Sergio Ramos que diga cuatro frases lógicas seguidas. Yo tengo 31 años y he leído cerca de tres mil libros; me considero un lector con olfato, pero creo que me queda mucho camino por delante. ¿Cómo es posible, entonces, que estos papanatas que no sumarán ni cien lecturas muevan todo el cotarro? Necesito que alguien me lo explique. Dalmau y Piña lo han hecho de manera cojonuda en este libro, pero sigo confuso. Supongo que no hay explicación posible. Como decía Camus, el absurdo se encuentra a la vuelta de cada esquina. Oye, a Camus lo has leído, ¿verdad? Me suena, es el del extranjero, ¿no? Voy a vaciar el cargador sin piedad.
Las experiencias que relata Dalmau, incluyendo la negativa de la Agencia Balcells a citar a Cortázar, son el pan de cada día para cualquier escritor que luche por ver publicada su obra. En 2009 terminé de escribir Sueños de bolsillo tras pasarme cuatro meses encerrado en casa y manteniéndome con un trabajo nocturno en un bar. Cuando terminé el libro le dije a mi mujer: "Estoy triste, porque no volveré a escribir nunca más un libro como este". Escribirás muchos más, me respondió ella. Ya, dije, pero no como este. Lo revisé a fondo y luego me pasé por Mondadori y dejé el manuscrito en valija. A la semana me escribió una de las editoras y me dijo que el libro les había encantado y quería verme (una especie de milagro). Tomamos un café y me enseñó el informe del lector, quien le daba un 8.5 sobre 10 y recomendaba enérgicamente su publicación. Pese a ello, la editora me dijo que no lo podían publicar en Mondadori porque no me conocía nadie, así que se lo pasaron a un sello menor del grupo llamado Caballo de Troya. Pasaron los meses y no volví a saber nada del asunto, así que le mandé un correo al editor de Caballo de Troya, quien me contestó con un email escueto diciéndome que el libro no le interesaba en absoluto. El menda ni sabía de qué libro le estaba hablando, razón por la que lo mandé a tomar por culo sin pensarlo. Todo mi gozo en un pozo. Pero las cosas siempre pasan por algo, y dos años después mis queridos Sueños salieron en Eutelequia, una microeditorial que creyó en mí desde el principio, y la experiencia fue una maravilla, al menos hasta que estuvo la editora, luego ya sabéis que la vida da muchas vueltas. El año pasado me ocurrió algo parecido a lo de Mondadori, pero esta vez con Planeta, hasta que me cansé de toda esta chusma inútil. Sigo escribiendo un libro al año y ya no voy detrás de nadie, y este debería ser el lema de todo escritor, la moraleja final que extrapolamos de este magnífico ensayo. Como dice mi amigo Dan Fante, lo único que cuenta es seguir escribiendo, y si tus libros son buenos acabarán dando con un editor sensato que sabe lo que hace y decide apostar por ti. Deja que las cosas ocurran, tómate la vida con humor, suéltate, deja de corretear detrás de los vendedores de mierda como un perrito faldero, no hagas nada gratis y por supuesto olvídate de las agencias. Créeme, sé de lo que hablo. Vas a perder el tiempo y toda tu buena energía a cambio de un montón de nada. 
Vamos ahora con el tema de los escritores. Joder, la cosa está que arde. Dalmau los separa básicamente en dos tipos: los llamados y los elegidos. Según él, los primeros son peña con un trabajo fijo, por ejemplo profesor de instituto, que se dedican a la literatura de manera esporádica o como afición y aprovechan los contactos de su profesión para ir publicando, mientras que los segundos son los auténticos profesionales que se desloman en pos de sus criaturas y luchan a diario para crear esa tan anhelada obra maestra. Pese a que esta distinción me parece cuando menos original, y pese a que comparto cien por cien con Dalmau la idea de que ante todo la literatura tiene que ser honesta y espontánea, creo que la clasificación de los escritores puede ser diferente, sobre todo teniendo en cuenta que casi nadie vive de la literatura (que conste que yo vivo de dar clases de Literatura y de Español y de mis talleres de escritura, pero no de mis libros): CRACKS, BUENOS, NORMALES Y PAQUETES. Simplemente, creo que es más fácil e inmediato de entender. Vamos a verlo con ejemplos:

ENRIQUE VILA-MATAS: Dicen que creer es crear, y le han repetido tantas veces que es uno de los mejores escritores españoles que al final tanto él como muchos otros han acabado creyéndoselo y han creado una realidad engañosa. Este autor es un maravilloso reseñista y un excelente ensayista, pero como novelista no le doy ni un duro. Si no me creéis, comparad su novela de formación París no se acaba nunca (que me hicieron tragar en la uni) con una novela de formación de Fante, Anderson o Hemingway. Es tan grande la diferencia que uno se lleva las manos a la cabeza. Pero eso sí, como escritor de ensayos es un crack. Mejor le disparo a otro.  


JAVIER MARÍAS: un paquete bien empaquetado. Nada más que decir. Leedlo si tenéis problemas para conciliar el sueño. Balazo al editor.


LUIS LANDERO: el Azórin del siglo XXI. Paquete. Bala.


JOSÉ MARÍA GUELBENZU: Creo que El Mercurio es una de las peores lecturas de las tres mil que llevo acumuladas. No le di una segunda oportunidad, y tal vez algún día me arrepienta. De momento y por si las moscas, un par de balas al editor no se las quita nadie.


PEDRO ZARRALUKI: bastante bueno. Lo salvamos.


JAVIER CERCAS: normal, sin pena ni gloria. Lo lees y lo pones en la estantería con los otros y al cabo de diez minutos te olvidas de que existe. La mediocridad es muerte. Aquí se juega a todo o nada, joder, que la vida es muy corta. Bala.


CARLOS RUÍZ ZAFÓN: Dalmau menciona la denominada "envidia española". Pues que no nos ofusque demasiado el hecho de que haya vendido tanto. Hace literatura comercial, pero el cabrón sabe escribir y llevar muy bien al lector. Lo salvamos pese al tropezón que dio con El juego del ángel


ILDEFONSO FALCONES: paquete. Bala en la frente al editor.

JULIA NAVARRO Y MATILDE ASENSI: normales, sin pena ni gloria. Véase Cercas.


AUGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO: buen escritor. Lo conservamos.


Faltan muchos, pero es para hacernos una idea. Luego están los cracks, gente que no me canso de mencionar en este blog y que por supuesto no publican en ninguna editorial grande. Aquí van algunos:

DANIEL RUÍZ GARCÍA: me alegro de que Piña lo mencione en el libro. Es de lo mejor que hay en este momento. Parece que Tusquets ha salido de la espesa niebla literaria y lo acaba de publicar, demostración de que los milagros existen.


ALEXANDER DRAKE: seguro que no te suena, pero por suerte la Editorial Lupercalia está apostando por él. Tiene el poder de la honestidad que corre por sus venas.


JOSÉ ÁNGEL BARRUECO: ya se ha dicho todo en otras reseñas.


IVÁN ROJO: una promesa.


CARLOS CASTÁN: el mejor escritor de relatos que hay ahora mismo en España.


ÓSCAR SIPÁN: el segundo mejor después de Carlos. 


MIGUEL DALMAU y ROMÁN PIÑA VALLS: merecéis el cielo solo por este libro. Subid conmigo a disparar un rato, que me duele el hombro. La puerta está abierta.


La lista no termina, pero prefiero pararme aquí; además, estoy segurísimo de que hay muchos más que todavía no he descubierto. Lo único que puedo decir es que el año pasado confeccioné un proyecto ambicioso y traté de reunir a todos estos cracks en una antología dedicada a John Fante. Lo conseguí y la tengo lista, pero cuesta mucho encontrar editor. Así que desde aquí os pido disculpas por la demora y sobre todo paciencia. Todo llegará, chicos, y nadie os quitará vuestro talento.

Entiendo que cada uno pueda tener su opinión y está claro que para gustos hay colores, pero lo que nos relata la Historia de la Literatura en innegable: en el Siglo de Oro los best seller eran obras del calibre de El Quijote y El Guzmán de Alfarache (está comprobado que solo alrededor de un 10% de los editores españoles conocen este libro); en el XIX tenemos un sinfín de autores como Jack London, Herman Melville y Robert Louis Stevenson que vivieron holgadamente de la literatura y sus libros se vendían como churros; en el XX tenemos, entre otros, a Kundera, Thomas Mann, Hemingway y Camus, pero en el XXI lo más vendido son las biografías de los futbolistas o los recetarios de los chefs. Esto puede que te ayude a entender mejor a Dalmau cuando habla de involución cultural. ¿Entiendes ahora por qué escribo esta reseña? Si todos nos callamos como putas, el Poder acabará controlándonos por completo y nos convertiremos en sombras de nosotros mismos. 

En fin, ya sé que estoy divagando demasiado, de modo que doy por terminada la carnicería. Sale humo de la puta ametralladora, joder. Tal vez debería escribir un libro en lugar de una reseña, pero ya tenemos aquí La mala puta, y tanto Dalmau como Piña lo han hecho de puta madre. Lectura ultrarecomendada.