martes, 18 de marzo de 2014

VORÁGINE, de ALEXANDER DRAKE



Hace algunos años me dijeron que había en España editoriales independientes especializadas en publicar libros de relatos. Me contaron que en su catálogo estaban los mejores y más prometedores cuentistas del panorama español, unos genios de la hostia que sumaban en su palmarés un sinfín de premios literarios. El caso es que me lo creí y compré un par de libros de esos supuestos dioses de la literatura. Al acabar el primero tuve que irme al baño y echarme agua fría en la cara. Me sentía cómo si alguien me hubiera vertido un cubo de mierda en la cabeza. Me dije: "Tío, solo ha sido una mala experiencia, ve y léete el segundo libro". El resultado, sobra decirlo, fue parecido, con la diferencia de que esta vez me eché a llorar, y no precisamente porque los relatos me emocionaron. ¿Qué hostias era eso? ¿A eso la llamaban "buena literatura"? Ahora algún listillo va a decir: "Bueno, porque no te hayan gustado a ti no significa que sean malos; para gustos hay colores". Me parece bien tu argumentación, pero entonces coge una diarrea de perro y para a diez personas al azar en la calle y dásela a probar. Si para gustos hay colores, seguro que alguien se la come, aunque lo dudo mucho. Mi pregunta ahora es la siguiente: "Por qué nos venden eso? ¿Qué razones de fondo hay para que una editorial gaste dinero en la publicación de semejantes bodrios?" Necesito que alguien se siente conmigo un día de estos y me explique el truco. Yo pago la comida y el café, no os preocupéis, pero necesito entender. La mayoría de esos relatos eran sosos, pretenciosos, mal armados e insignificantes. Tenía la sensación de que esos autores jugaban con las palabras y escribían sobre lo primero que se les había ocurrido sin ponerle ni pizca de emoción al asunto. Su escritura era lenta, farragosa, enredada, confusa y desaliñada. En otras palabras: esa gente no tenía nada que contar, y sin embargo nos los vendían como los nuevos genios del relato. Le doy cincuenta euros en mano al tío que se siente conmigo y me aclare el tema, lo prometo. Repito: necesito entender, es algo vital para mí en estos momentos. Luego un día un tal Alexander Drake, a quien conozco a través de otro libro que acaba de publicar, tiene el detalle de mandarme Vorágine a mi casa, un libro de relatos que ganó el VII Premio Internacional Vivienda-Villiers de Relato organizado por Ediciones Irreverentes. Empiezo a leerlo y pienso: "He aquí un escritor que no tiene miedo a decir lo que piensa; he aquí una voz original, una voz que bebe mucho de Bukowski, pero original en su esencia. He aquí un tío que nos habla del lado oscuro de la mente humana, de ese inmenso manicomio que es el mundo y de todos esos pacientes que deambulan por sus salan a la espera de que la Muerte haga acto de presencia con su asquerosa guadaña. Un escritor sin miedo es alguien honesto que con cada palabra que teclea te abre las puertas de su corazón. Un escritor sin miedo es lo más parecido a la perfección que exista. Da igual a quién imite, o de quién "beba"; el caso es que cada frase que sale de su mente es una flecha afilada que se te clava en las entrañas. El libro consta de más de ochenta relatos, algunos de ellos muy breves y otros muy largos. El nivel de la mayoría es medio/alto, pero hay algunos que destacan por encima del resto, como es el caso de El triunfador, Atrapado en un bucle, Un despertar amargo, Muerte sistemática, Sueños de la vejez, Mientras la ciudad duerme, Las piezas del puzle y Los primeros años como escritor (sensacional), donde el autor nos relata su particular experiencia en el mundillo editorial. Muchas veces no es tan importante lo que se cuenta, sino CÓMO se cuenta. Veamos un fragmento:

De pronto lo vi claro. Era un farsante. Toda mi vida era una completa broma. Yo mismo era un mal chiste. Tenía 34 años y llevaba doce trabajando en esta compañía. Mi sueldo era mediocre, mis aspiraciones nulas, mi futuro incierto, mi motivación sencillamente no existía. Eché un vistazo al calendario. Estábamos a finales de abril. Aún quedaban más de tres meses para las vacaciones de verano. No sé si conseguiría llegar hasta entonces. Y si lo hiciera, ¿de qué serviría? Tan solo supondría un descanso momentáneo antes de volver a comenzar la misma farsa un año más. Y después otro; y luego otro más; y así durante los próximos treinta años (Atrapado en un bucle, pág. 55).

¿Os dais cuenta de lo rápido que se lee esto, de la gran verdad que esconde y de cómo nos la transmite, sin dar ningún puto rodeo? Si de verdad queréis dedicaros a escribir relatos, enviadle un mensaje a Alexander Drake, alias Alain Gonfaus, y pedidle unos cuantos consejos. Es sin duda uno de los escritores vivos más interesantes del mercado, y aquí ya sabéis que no se vende ninguna moto. Ninguna.


domingo, 16 de marzo de 2014

EL HOTEL ENCANTADO, de WILKIE COLLINS


Justo se me habían terminado las novelas de casas encantadas rebosantes de fantasmas cabrones cuando di con esta obra de Wilkie Collins, magnífico autor inglés del siglo XIX de quien ya reseñamos hace poco más de un año Vida de un bribón. Este nuevo libro me ha encantado y se trata de una historia contada extraordinariamente bien y con un final digno de un maestro. Si comparáramos a Collins con un piloto de Formula Uno, diríamos que es un tipo que arranca lento en la salida, pero que acaba adelantando a sus rivales en el tramo final. Esa es la sensación epidérmica que te dejan casi todos sus libros, y El hotel encantado no es ninguna excepción. En pleno siglo XIX, se narra la historia de un lord inglés que abandona su prometida para casarse con una mujer maléfica y con oscuros precedentes a sus espaldas. Después de que Lord Montbarry se deje convencer por su esposa a asegurar su vida por una suma considerable, los recién casados se marchan a Venecia junto con el hermano de ella, un tal barón de Rivar, personaje de más que dudosa reputación, y alquilan un antiguo palacio. Al cabo de unos meses, Lord Montbarry muere a causa de una pulmonía y su viuda deja Venecia en compañía del barón tras cobrar el dinero del seguro. Todo muy sospechoso. Mientras tanto, el palacio es reformado por completo y transformado en un lujoso hotel en el que más tarde se alojarán todos los miembros de la familia del difunto lord. El final, sorprendente y trepidante, es una auténtica perla que satisfará hasta a los lectores más exigentes. Dicho esto, quiero dejar unos párrafos para hablar de Eneida, la editorial que se ha encargado de la publicación de la obra. Resulta que entré a chafardear en su página web y analicé sus colecciones. Para mi asombro, veo que Confabulaciones, en la que entra el libro de Collins, cuenta con 64 títulos publicados hasta la fecha y veo a gente del calibre de Jack London, Voltaire, Leopoldo Lugones, Rudyard Kipling, Alejandro Dumas, Oscar Wilde, Honoré de Balzac, Joseph Conrad, Edgar Allan Poe, Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós, Robert Louis Stevenson etc. Flipo en colores. Juntamos todos los sellos de Planeta con todos los sellos de Random House con todos los sellos de Alfaguara y ni alcanzamos la mitad de la calidad literaria que tiene esta colección. Sencillamente asombroso. Y, por si fuera poco, la edición está muy bien y el precio de venta es de los más competitivos del mercado: unos 12 euros por un libro de 200 páginas. Sin lugar a duda, Eneida es en este momento y con mucha diferencia la mejor editorial de este país. Si fuera posible suscribirse a su catálogo como con las revistas, desde luego no me lo pensaría dos veces. Es la mejor labor editorial que he visto en los últimos diez años, y lo digo desde la objetividad más profunda, ya que ni conozco al editor ni sé quiénes están detrás de este sensacional proyecto. Editores de toda España, por el amor de Dios, seguid el ejemplo de Eneida. No os dejéis vencer por la envidia, meteos el ego por donde os quepa y empezad de una vez por todas a publicar literatura fumable. Os lo pido de rodillas. Y seguid leyendo, por supuesto. Podéis empezar por los libros de Confabulaciones, y veréis cómo vuestro criterio irá mejorando ojos vista para alegría de los lectores.


martes, 4 de marzo de 2014

OCHO RELATOS DE BOXEO, de ALEXANDER DRAKE



Tengo ganas de meterme un buen chute de adrenalina y de subir al cuadrilátero de mi blog para boxear un rato con las palabras. Es algo que me hace sentir bien y que desde luego no quiero ni puedo controlar. Vamos a ver, existe una manera de pensar que es típica de novatos o de gente poco familiarizada con los libros y con el mundillo literario y es la siguiente: los autores buenos publican en las editoriales grandes. Los mediocres publican en las pequeñas y los malos se autoeditan. Si un autor sabe escribir publicará en una grande, no cabe duda. Me meo en los pantalones de la risa. No sabes de lo que estás hablando, chaval, y si no vete a preguntárselo a gente del calibre de José Ángel Barrueco, Mario Crespo, Daniel Ruiz García o Alexander Drake, cuyo libro nos incumbe ahora. Mira en qué editoriales publican, luego hablamos. Si sigues confuso, echa un vistazo a los que publican en las grandes, luego hablamos otra vez. ¿De verdad no te das cuenta de que la mayoría de autores consagrados se limitan a jugar con las palabras y a la postre no dicen un carajo? ¿No ves que es todo una mafia donde impera el colegueo más cutre y bochornoso? Yo publico a mi coleguita enchufado y luego él me devuelve el favor escribiendo una reseña memorable de otro bodrio que lanzo y le comemos el tarro a los potenciales lectores atosigándolos día y noche a través de los medios de comunicación que controlamos hasta que por fin la peña se cree la gran mentira. ¿Es que no hueles el dulce aroma del engaño? Luego resulta que en medio de esta jungla sin ley surgen microeditoriales como Lupercalia, verdaderos oasis de paz donde podemos pastear buena literatura. Se trata de proyectos nacidos en la sobremesa de un restaurante o en la barra de un bar, pero casi siempre se caracterizan por ser auténticos y estar movidos por una ilusión sin fronteras que se lo lleva todo por delante (hasta que el capital lo permita, claro). Ole vuestros cojones. Y resulta que publican libros de gente con garras que acaban dándole mil vueltas a los supuestos genios furtivos, quienes copan las primeras filas de las librerías igual que los zurullos de caballo sembrados por las calles de las ferias de pueblo. Pero vayamos al grano. Ocho relatos de boxeo es el nuevo libro de un joven escritor vasco que se oculta detrás del pseudónimo de Alexander Drake (me gusta). Algunas historias son muy breves y se leen en un santiamén, mientras que otras son un poco más extensas y trabadas y hacen disfrutar a lo grande, como es el caso de Arregui, la leyenda del boxeador, sin duda la pieza magistral de este libro. En ella se cuenta la historia de un levantador de piedras llamado Arregui que justo antes del estallido de la Guerra Civil sale de Bilbao y se dirige a Nueva York, donde se convertirá en boxeador profesional. La historia no tiene desperdicio y está impregnada de ese halo melancólico que solo los grandes narradores saben transmitir, esa sensación de que todo esté pendiendo de un hilo muy fino que en cualquier momento se puede romper. Dale este libro a un agente literario o a uno de esos editores sin lecturas que circulan por ahí y ni se lo van a leer. ¿Un libro de boxeo? Bah, es un deporte demasiado violento. Primos. Hay un par de relatos cortos también muy interesantes, como Contra las cuerdas o La pesadilla del luchador. Están bien escritos y rezuman honestidad por todos sus poros, y eso, querido lector, te aseguro que es algo que no tiene precio y que solo está al alcance de unos pocos. Desde que practico Yoseikan Budo he leído un sinfín de libros de boxeo y artes marciales, y tengo que reconocer que este es sin duda uno de los más logrados. En una carta que Arregui escribe a su familia leemos lo siguiente:

"En América mi carrera como boxeador está resultando mucho mejor de lo que hubiera podido imaginar. En el fondo todo esto no es muy diferente a levantar piedras. Tienes un reto frente a ti y debes intentar superarlo. Algunos de los hombres con los que he peleado son realmente duros, pero por lo menos aquí no me van a disparar con un fusil" (pág. 69).

Honestidad, un buen gancho de izquierda y un corazón muy grande. Mezcla estos tres ingredientes y te salen ocho relatos de boxeo. Pones tres cosas en la olla y salen ocho: una receta cojonuda.  
Moraleja final: comprad el libro como sea. Es posible que en algunas librerías no lo tengan, como por ejemplo en Barcelona, ya que las distribuidoras siempre arriman su sardina al ascua de los grandes grupos, pero no desistáis. Podéis comprarlo directamente en la web de la editorial o amenazar al librero con enviarle un sicario si no os lo consigue rápido. Intentad haceros con un ejemplar; os prometo que me lo agradeceréis. Ahora ya toca ir a acostarse. He peleado un rato y en mi mente no se dibuja ninguna sombra. Solo paz. Buenas noches.