martes, 31 de diciembre de 2013

BRAVO, BURRO! de JOHN FANTE



Última reseña del año dedicada al más grande de todos los tiempos: el maestro John Fante. Es lo que se llama cerrar a lo grande, aunque en este caso tal vez sería mejor decir cerrar con un grande. Hacía años que buscaba este libro, sin duda la obra menos conocida del maestro, y durante mis vacaciones navideñas en Italia di con él por casualidad en una librería de Finale, Liguria (versión italiana). Pese a ser un libro supuestamente juvenil y de fácil lectura, cuyo parecido con Platero y yo de Juan Ramón Jiménez es a ratos palpable, el sello fantiano es inconfundible e incluso en este caso el autor ha logrado emocionarme y sacarme un par de lágrimas al final. Se trata de cien páginas rebosantes de emociones donde se narra la historia del niño Manuel y de su entrañable burrito, apodado El Valiente por su coraje y valentía ante el peligro. Ambientada en un México atemporal y de ensueño, la trama se centra en la recuperación, tras el incendio que propició su fuga, de un toro maravilloso llamado Montaña Negra, verdadero orgullo de don Francisco, el propietario de una hacienda que da trabajo a más de cincuenta familias, entre ellas la de Manuel y su padre Juan Cabriz, torero de capa caída que ahora se dedica a empinar el codo y a meterse en problemas. Con la ayuda del burrito, Manuel llegará hasta el toro y conseguirá traerlo de vuelta a la hacienda entre los vítores de todos, aunque resultará fundamental la intervención del padre en última instancia para evitar un percance que hubiese podido ocasionar daños mayores. Como ocurre a menudo en las obras de Fante, la relación padre-hijo suple de trasfondo y sienta los cimientos de toda la narración, y sus palabras son dardos que no podemos esquivar y que siempre acaban clavándose en nuestro corazón. Algunos párrafos:

La fede è molte cose. È l'affidarsi a Dio, o la fiducia in un nostro simile, o il fidarsi ciascuno dell'altro. Credere nell'impossibile: questo è la fede. La fede può muovere montagne (pág. 90).

Non aveva mai voluto essere un grande matador, uno che viveva soltanto di domenica. Un uomo aveva bisogno di essere coraggioso soltanto per quello che contava davvero nella vita. Soltanto allora poteva mostrare il suo coraggio. Il bisogno doveva essere più grande della paura, e adesso si domandava cosa fosse importante nella sua vita. C'era forse qualcosa, in quei suoi trentadue anni spezzati e disordinati, per cui valesse la pena battersi e morire? La risposta venne chiara e inequivoca: suo figlio Manuel (pág. 102).

La fe mueve montañas, claro que sí, y nuestros hijos son los arcos por donde tensaremos esas flechas cargadas de esperanza disparadas al futuro. Espero impaciente la publicación en España de esta obra maestra huérfana de editor. Feliz 2014 a todos.