lunes, 30 de noviembre de 2015

DIEZ NEGRITOS, de AGATHA CHRISTIE


Hace dos meses que no publico una reseña en este blog. ¿Qué pasa, es que este tío ya no lee? Digamos que pasan básicamente dos cosas: la primera, por supuesto, es que leo menos; la segunda, consecuencia directa de la primera, es que muchas de las cosas que leo son demasiado malas como para dedicarle siquiera unas líneas. La vieja historia de siempre de la pescadilla que se muerde la cola porque tiene hambre y no le queda ná. Das una vuelta por cualquier librería y se te pone la piel de gallina al ver la oferta gastronómica que nos proponen. ¿No se dan cuenta de que así empeoran aún más el asunto? ¿Es que no pueden publicar tres o cuatro títulos buenos al año en lugar de doscientas chorradas sin alma que acaban en la trituradora al cabo de unas pocas semanas? Lo más gracioso de todo esto es que te encuentras con editores que se jactan de haber sacado una nueva obra maestra, el libro revelación de uno de los mejores autores del panorama actual. Por un momento te lo crees y picas el anzuelo: 15/20 euricos. Luego llegas a casa, lees las primeras veinte páginas y te encuentras confuso y decepcionado. Confuso porque no sabes qué coño está pasando y decepcionado porque te han esquilmado unos pavos que hubieras podido gastarte en una sabrosa comida. Voy a poneros un ejemplo: a principios de octubre mi mujer y yo estuvimos en la feria del libro de Besalú y entre los dos nos dejamos un pastizal en supuestas obras maestras. Volvimos a casa con más de diez títulos y a día de hoy ya no me acuerdo de ninguno de ellos. Parece que a los nuevos escritores sencillamente les falta pegada. Nada más y nada menos. Un libro que no te deja huella es un chisme inútil, algo por el que demasiada gente ha sacrificado su tiempo en aras de un montón de nada. Inútil. Y en épocas de vacas flacas, tirando a anoréxicas, a uno no le queda más remedio que refugiarse en los clásicos, una apuesta segura y muchas veces hasta barata si nos vamos de mercadillo. Cien negritos, de la sempiterna Agatha Christie, me ha costado ocho euros y lo he disfrutado mucho más que todas esas novedades (el doble de caras) de la feria de Besalú. Es un thriller muy original y escrito con muchísima maestría y dominio del género. La historia es la siguiente: diez personas (8 invitados y 2 criados) reciben una invitación para pasar algunos días en la Isla del Negro, en la moderna mansión de un multimillonario llamado Owen, quien supuestamente acaba de comprar la isla. Digo "supuestamente" porque no sabemos quién es ese tal Mr. Owen y desde el principio se especula sobre la identidad del verdadero propietario de la isla (un gran empresario, una actriz famosa, etc.). Nada más llegar a la isla, los ocho invitados son recibidos por dos criados que acaban de ser contratados por Owen para cuidar de la mansión. Se nota que Agatha Christie no se anda con rodeos y a las pocas páginas empiezan los giros inesperados. Primero: los invitados entran en la casa y al poco rato una voz atronadora sale del gramófono y acusa a cada uno de ellos de un crimen que ha cometido en el pasado. Segundo: al entrar en sus respectivas habitaciones, los invitados ven el texto de una canción de cuna colgado en la pared, el de los diez negritos que empiezan siendo diez y acaban en cero. Pim pam. Uno dos que te deja trastornado y te engancha a la lectura. A eso me refiero cuando hablo de pegada, y la puedes encontrar en todo tipo de género, no tiene por qué ser un thriller. Simplemente es algo que se tiene o no y la mayoría de los escritores de ahora, con tanta seriedad y tanta metaficción y tanto intelectualismo y tanta mierda sobre el fin del mundo, pegan como unas nenas de cinco años. Penita pena. 
No voy a desvelar más sobre esta novela y creo que lo mejor es que cada uno se deje llevar a su manera sin que yo le estropee la sorpresa. El cierre final, os advierto, demuestra por qué Agatha Christie ha pasado a la posteridad y otros no. Otra compra segura en esta época ominosa para la literatura que parece no encontrar la luz al final del túnel.