Ayer por la tarde las tiendas de Barcelona estaban abarrotadas de gente porque era Black Friday, una especie de encierro taurino aplicado al mundo de los humanos en el que puedes ver ríos de personas empujando y soportando colas infinitas con tal de llevarse una prenda a mitad de precio. El famoso ocio pasivo que te jode lentamente las neuronas sin que te des cuenta. Di una rápida vuelta por el centro y visité algunas librerías, la mayoría de ellas medio vacías. Me alegré de que los caníbales se estuvieran descuartizando en las tiendas de ropa y me puse a hojear unos cuantos libros que estaban en la sección de novedades. Leí sinopsis, párrafos sueltos, algunos capítulos, y tras casi una hora de búsqueda rectifiqué mi teoría de que últimamente se publica un montón de basura. Siempre se ha publicado basura, lo sabemos, pero ahora nos estamos pasando de la raya. Hay una especie de pánico generalizado en el mundillo editorial y nadie sabe ya a ciencia cierta qué libros pueden funcionar y cuáles no. El resultado es que lanzan pocos títulos y malos. Uno tiene la sensación de que el jodido mundo está patas arriba y para colmo Patrick Modiano gana el Premio Nobel cuando así a bote pronto se me ocurren al menos veinte escritores que le dan mil vueltas. Permitidme que me descojone un segundo. La semana pasada hablé con un editor que me dijo que a partir de ahora solo iba a publicar tres títulos al año. Uno se imagina que van a ser novelas de la hostia, ya que se supone que son las tres mejores que ha recibido, pero luego las lees y se te humedecen los ojos al pensar en todos los árboles talados para sacar esa porquería. También llegas a preguntarte cómo serían las otras propuestas que recibió si esas chorradas se llevaron el gato al agua. En fin, cuando hace unas semanas una amiga me recomendó la Constelación del perro, de Peter Heller, lo primero que pensé fue: "Venga, otro librito más sobre el fin del mundo. Otra frivolidad. Otra historieta sobre zombies o virus o vampiros que casi acaban con la humanidad". Pero resulta que leí las primeras páginas y encontré la fuerza narrativa que mi exigencia como lector le pide a una novela. Un virus se ha llevado por delante al 99% de la humanidad y Big Hig, en compañía de su perro Jasper y de un vecino lunático y violento llamado Bangley, trata de sobrevivir en un mundo sin esperanza donde solo la curiosidad por saber qué pasará al día siguiente les permite aguantar. La primera parte del libro es un pelín lenta y no pasan muchas cosas, pero a partir de la muerte del perro la historia despega con la misma fuerza que la Bestia, la avioneta que Hig utiliza para sobrevolar el perímetro que necesitan defender de posible ataques por parte de grupos armados o personas infectadas. La segunda parte es un maravilloso ejercicio literario y la narración te atrapa por completo hasta un sorprendente final. Es un libro extraño que recuerda bastante La carretera de Cormac McCarthy, pero tiene un estilo fresco y original, está bien escrito y ofrece una moraleja de fondo más compleja de lo que parece a primera vista. Incluso cuando ya no queda nada, Hig no se rinde y quiere continuar; sus sueños se mezclan con los recuerdos y distorsionan la realidad. En definitiva, es símbolo y alegoría de una humanidad sin esperanza, una humanidad que corre a diario detrás de ilusiones de cartón, persiguiendo con ahínco la nada infinita que nos espera a todos al final del camino. Aquí van algunos párrafos:
"¿Estaba entrando en la crisis de los cuarenta? La verdad es que no creo que exista, le dije. La vida entera es una puta crisis" (pág 150).
"Me la resudaba lo que me hiciera aquel puto viejo. Cuando no tienes nada que perder estás tan vacío, tan ligero, que la arena en la que te conviertes se la lleva una ráfaga de viento y es tan insustancial que se eleva hasta fundirse en la tormenta de arena de las estrellas. Ahí es donde acabamos todos. Lo demás es ir desgastándose a la espera del viento" (pág. 198).
"Me la resudaba lo que me hiciera aquel puto viejo. Cuando no tienes nada que perder estás tan vacío, tan ligero, que la arena en la que te conviertes se la lleva una ráfaga de viento y es tan insustancial que se eleva hasta fundirse en la tormenta de arena de las estrellas. Ahí es donde acabamos todos. Lo demás es ir desgastándose a la espera del viento" (pág. 198).
Lectura muy recomendable, aunque ya no sea Black Friday. Si os puede servir de consuelo, la editorial se llama Blackie Books, así que ahí tenéis el Black. En estos momentos de pánico editorial en el que la pandemia ha acabado con los buenos escritores, esta novela es una rosa en el desierto de la creación; igual que su protagonista, busca sobrevivir en un mundo hostil lleno de farsantes y vendedores de paja. Yo la he disfrutado mucho y me ha dado las fuerzas para seguir creyendo un poco más en la literatura contemporánea.
Yo acabé el libro ayer, y me gustó mucho. Pero no creo que al gran público le agrade. Por eso me alegro de coincidir con tu opinión. Es un poco deprimente, pero engancha no sé muy bien por qué. Leer debe ser un placer, y este libro lo consigue. Desear leer páginas, y no pasar páginas leídas para acabarlo de una vez, es todo un logro.
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