lunes, 22 de marzo de 2010

EL DÍA DE LA LANGOSTA, Nathanael West


Ding dong dang. Suenan las campanas y aquí estamos otra vez para recomendar un buen libro, de esos que no pueden faltar en la biblioteca de cualquier lector honrado. Otra vez nos situamos en Estados Unidos, patria de la mejor literatura mundial con clara diferencia, y nos vamos a 1939, año dorado en el que salieron nada más y nada menos que tres obras maestras: Pregúntale al polvo del maestro John Fante, Las uvas de la ira de Steinbeck y este Día de la langosta de Nathanael West, novela que nunca había llegado a mis manos hasta hace tan sólo un par de semanas. Es la historia de siete personajes que se mueven en el mundillo de Hollywood en los años treinta, cada uno retozando en su propio charco de sueños, desilusiones, y fracasos provocados por la imposibilidad de encontrar su sitio en un mundo de cartón en el que la suerte, y no el talento, es la única aliada del éxito. La escena final, cuando el pintor se ve atrapado en medio de la marabunta alocada que acude a un estreno y que a su paso lo arrasa todo igual que una plaga de langostas, es un auténtico prodigio ficcional. Reproduzco los párrafos estelares:

“Nuevos grupos de gente, familias enteras, seguían llegando. Tod se daba cuenta de cómo cambiaban en cuanto formaban parte de la multitud. Hasta que llegaban a ella andaban con paso inseguro, casi furtivo, pero en cuanto se integraban se volvían arrogantes y belicosos. Era un error considerarlos curiosos inofensivos. Eran salvajes amargados, especialmente los de mediana edad y los ancianos, y lo eran por culpa del aburrimiento y el desengaño. Durante toda su vida habían sido esclavos de alguna tarea pesada y monótona, detrás de mesas de oficina y mostradores, en los campos y entre toda clase de máquinas tediosas, y habían ahorrado cada centavo y soñado con el ocio del que disfrutarían cuando llegase la hora. Y luego, ese día llegaba. Recibían una pensión semanal de entre diez y quince dólares. ¿A dónde iban a ir sino a California, la tierra del sol y de las naranjas?Una vez allí, descubrían que el sol no es suficiente. Y se cansaban de las naranjas, de los aguacates y hasta de las granadas. No ocurre nada. No saben qué hacer con su tiempo libre….

El aburrimiento se vuelve cada vez más terrible. Se dan cuenta de que han sido engañados, y se consumen de resentimiento… El sol es una broma. Las naranjas no despiertan sus delicados paladares. Nunca hay nada lo bastante violento como para animar sus cuerpos y sus mentes inertes. Los han engañado y traicionado. Los han esclavizado y salvado para nada”.

Produce la misma fruición que cuando escuchamos la novena de Beethoven. Absolutamente sublime. Id a buscar este libro en las librerías y olvidaos por un momento de la mediocridad que ofrece el triste panorama actual.