domingo, 26 de febrero de 2012

AUSENCIA DEL HÉROE, de Charles Bukowski


Hace unas semanas Anagrama (con creces la mejor editorial española) publicó Ausencia del héroe (título muy sugerente), un libro donde se recopilan los papeles dispersos y algunos relatos inéditos en España del mítico Buk, además de algunas columnas de su sección Escritos de un viejo indecente. ¿Qué decir? Bueno, ante todo, recalcar que siempre que leemos a Bukowski conseguimos pasar un buen rato. Su filosofía de taberna te hace desternillar, mientras que su crítica feroz y al mismo tiempo exigente es una clara oda que invita a la reflexión de lo que debería ser realmente la literatura. El lema sigue siendo el mismo: expresar lo difícil de manera sencilla, y a ser posible hacerlo con honestidad y pasión. Son ingredientes muy básicos que puedes encontrar en cualquier supermercado de la vida. Sin ellos serás un escritor más del montón, uno de los tantos malos que infestan la literatura. En términos de porcentaje, Bukowski habla de un 95% de malos, mientras que yo soy más optimista y me decantaría por un 92%, es decir que salvo el 8% del total. Claro que si te vas a buscar a los buenos escritores en los grandes grupos editoriales o te dejas guiar por la publicidad, evidentemente te has equivocado de camino, amigo. Vas a pensar que el 100% es pura mierda y te preguntarás: ¿dónde estará ese 8% que decía ese tío? ¿Es que me ha tomado el pelo? Tampoco te fíes demasiado de lo que digan las críticas. Está todo amañado y en los medios se hacen la pelota entre colegas porque se creen que esto es un jodido juego y que a la peña le puedes endilgar lo que sea. Ilusos. Ya nos habéis engañado bastante con Javier Marías y Antonio Gala y la ominosa basura nocilla, así que ya está bien, joder. Si queréis mi humilde opinión, id a buscar a los buenos escritores en las editoriales independientes, en los fanzines y en los bares de mala muerte donde se lee poesía y se toma un buen trago de cerveza. Id a las librerías de barrio conscientes de que hay muchos buenos autores españoles que aún no han dado el gran salto, pero que forman parte de ese reducido 8%. ¿Queréis nombres? Os doy algunos: José Ángel Barrueco, Daniel Ruíz García, Mario Crespo, Javier Serrano, Óscar Santos Payán, Carlos Herrero, Vicente Muñoz Álvarez, Javier Das, David Refoyo, Deborah Vukusic y Bukowski (no, este no es español, y además ya está muerto; creo que me estoy haciendo la picha un lío. Creo que se me está yendo la olla por momentos). Ahora bien, si vais a una librería y no tienen a ninguno de estos... Bueno, el caso es que lo tenéis bastante jodido. Si eso pasara, quedaos con estas frases del viejo Buk que os remozarán el espíritu:

La mayoría de la gente no sabe escribir, casi nadie sabe, digamos, incluido Shakespeare, que escribió cosas tan terribles que engañó a toda la peña, del primero al último (pág.: 77).

Hay algo que tienen casi todos en común: están convencidos de que su obra es grande, tal vez la más grande. Si alcanzan el éxito lo aceptan como si fuera lo más normal del mundo. Si fracasan, tienen la sensación de que los directores de revistas, los editores y los dioses están contra ellos (pág.:151).

Los ecritores somos mala gente. Las mujeres se han portado bien con nosotros... Yo diría que casi siempre, detrás de cada buen escritor, había una mujer que te cagas. Quítale el amor y la mitad de la obra de un artista se va al carajo... (pág.: 189).

Otra cosa: huid de los profesores de escritura creativa y de los teóricos de la literatura. No saben de lo que hablan y tienen la cabeza llena de pájaros desquiciados. Desvarían constantemente y se creen muy listos y nadie se atreve a decirles cómo están de verdad las cosas, así que cuidado. Salud.




miércoles, 15 de febrero de 2012

STONER, de John Williams




Si hay algo que últimamente me molesta sobremanera es la literatura pretenciosa, y están los anaqueles a rebosar de autores de tres al cuarto que se creen muy listos y que piensan haber dado con la fórmula secreta de la Coca-Cola. Siento deciros que ya estaba todo inventado antes, amigos, que algún listillo ya tuvo vuestra genial idea el siglo pasado. El caso es que me irrita el mero hecho de que un autor, cuya supuesta superioridad nadie atisba a ver, le hable al lector desde un pedestal. Es como si quisiera aleccionarte acerca de algo que solo su mente privilegiada puede aprehender, y luego te pones a leer su gran obra maestra y te das cuenta de que no es más que un bodrio, de que ese tipo no tiene nada que contarte y se divierte a tomarte el pelo con sus jueguecitos literarios. ¿Qué es lo que queréis enseñarnos? ¿De qué vais, tíos? Digo todo esto para enlazar con un libro honesto y bien escrito que es justamente todo lo contrario: Stoner, de John Williams. Como dice Tom Hanks en la contracubierta, "Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro, pero es una de las cosas más fascinantes que he encontrado". No puedo estar más de acuerdo, pues se trata de una novela al más puro estilo americano (véase Sherwood Anderson), narrada con un ritmo ágil y directo y con pasajes absolutamente magistrales. Vila-matas escribió en El País que "Sorprende que Stoner, siendo la obra maestra que es, haya podido ser ignorada durante tanto tiempo". A mí me sorprende más bien que eso lo diga Vila-matas, aunque prefiero obviar este tema. El protagonista es un hombre cualquiera, un tipo normal y corriente que vive un matrimonio de cartón y que sucumbe ante todos los convencionalismos de la vida. Su aventura amorosa con Katherine Driscoll, profesora mucho más joven que él, es sin duda uno de los puntos fuertes de la historia, el grito de rebelión que el lector esperaba ansioso, el giro que le da potencia a la narración y donde la novela alcanza una profundidad absolutamente encomiable. No sé si se puede considerar una obra maestra en toda regla, pero Stoner es un libro de primerísimo orden, una lectura obligatoria para todos los que gusten de la buena literatura comprometida con la escritura sencilla y emotiva. Aquí va un fragmento de muestra:


"Pero ante William Stoner el futuro era brillante, cierto e inalterable. Lo veía no como un flujo de eventos, cambio y potencialidad, sino como un territorio que se extendía ante él a la espera de ser explorado. Lo comparaba con la gran biblioteca de la universidad, a la que podían adosarse nuevas galerías, añadirse libros nuevos y retirarse los viejos, sin que su genuina naturaleza se alterase nunca en lo esencial. Veía su futuro en la institución con la que se había comprometido y a la que tan imperfectamente había comprendido. No se concebía a sí mismo cambiando en ese futuro, pero veía el futuro mismo como el instrumento de ese cambio más que como su objeto" (pág.: 28).

Si queréis un consejo, olvidaos por un momento de los nocilleros e intentad haceros con este libro. Vais a estar un buen rato a merced de la literatura auténtica.