Sales a la calle para tomar un helado, abres el periódico al azar, enciendes la caja tonta un segundo y lo único que te llega al oído es la verborrea infecta sobre la independencia de Cataluña. Les han comido tanto el tarro a la gente que ahora estamos rodeados de zombis que deambulan por ahí con el cerebro abotargado, pobres diablos que creen que van a ser más felices, tener más dinero, mejores trabajos y un futuro menos desolador atrincherándose detrás de esa enorme cortina de humo que es el nacionalismo. La pregunta del millón aquí es: ¿somos tan influenciables porque leemos poco o simplemente porque leemos mierda? Supongo que la mejor respuesta está en la nueva y sorprendente novela de Alexander Drake, titulada Ciudad de caníbales:
"La gente no quiere cambiar de forma de pensar, no quiere ver la realidad, no quiere saber más de lo necesario, y por supuesto no quiere tener que enfrentarse a nada. Lo que la gente quiere es tener un referente. Alguien a quien imitar. Una imagen que les guíe a través de sus vidas sin sentido" (pág. 35).
La gente, esa gran asignatura pendiente del mundo. Como decía el maestro Sherwood Anderson, al principio todo era puro y había muchas verdades: la verdad de la virginidad y la verdad de la pasión, la verdad de la riqueza y de la pobreza, del ahorro y del dispendio, del descuido y del abandono. Cientos y cientos de verdades y todas hermosas. Luego apareció la gente, y los más fuertes se fueron apropiando de las verdades, llamándolas SUS verdades y tratando de regir su vida por ellas. Al hacerlo, se volvían grotescos y la verdad que habían abrazado se convertía en una falsedad. Si esta idea la llevamos al siglo XXI, nos daremos cuenta enseguida de que las verdades han sido violadas sin piedad por hordas de superdotados. Antes estaba la verdad de la buena literatura, luego llegaron los editores y los agentes literarios y le dieron por el culo hasta reventarla. Se adueñaron de esa verdad y volvieron tarumba a la gente. ¿Que si queda algo? En realidad, poquita cosa, aunque creo que es suficiente para seguir teniendo fe y esperanza en el futuro, por efímeras que parezcan. Nos quedan pequeñas editoriales como Lupercalia que sacan a autores como Alexander Drake, a quien ya he reseñado en este blog y a quien considero una gran promesa literaria. Nos queda Amazon, ese inmenso gigante dormido que para algunos ha supuesto una vía de escape alternativa para publicar sus obras y darlas a conocer. Ya está. El resto es grotesco, desde las revistas manipuladas por colegas que se hacen favores entre ellos hasta las grandes editoriales que mueven todo el cotarro, pasando por los editores piratas, los que no pagan, los desquiciados, los que oyen voces, los que no han leído suficientes libros, los que ya te dirán algo, los premios literarios amañados, etc. Ciudad de caníbales, una novela ambientada en el Hollywood de los años ochenta, resume a la perfección todos estos conceptos en poco más de cien páginas. La prosa de Drake es afilada, fluida y corrosiva. A ratos incluso se vuelve adictiva, y eso hace que el lector se quede con ganas de más, llegando a tener la sensación de que el final se le queda corto. Sin embargo, la historia de Viktor Sinclair, un hombre atrapado en la industria cinematográfica, cala hondo y hace que reflexionemos sobre las sinrazones del mundo que siguen caracterizando nuestra absurda existencia. Es una novela que se lee del tirón y que desde luego no te va a dejar indiferente. Además, tiene mis tres ingredientes predilectos: honestidad, sencillez y profundidad. Un par de párrafos más:
"Uno en realidad es consciente de lo mal que ha hecho las cosas cuando busca en su trabajo un refugio para las obligaciones de su vida ociosa. Cuando un hombre se casa comete un grave error. Cuando tiene hijos termina de joderla" (pág. 12).
"Tantos años trabajando con todo tipo de personas les había hecho darse cuenta de algo fundamental: la mayor parte de los seres humanos son basura. Algunos lo ven desde el principio. A otros les cuesta un poco más, pero después de un tiempo es inevitable no ver la realidad" (pág. 42).
¿Se venderá mucho este libro? No tengo ni puta idea, pero si tienes diez euros en el bolsillo más vale que te los gastes en esta novela antes de que los caníbales te los arranquen a mordiscos.