jueves, 29 de septiembre de 2011

MOOCH, DE DAN FANTE



Potente. Esta es la palabra que utilizaría para definir la segunda entrega protagonizada por Bruno Dante y recién publicada por los editores de Sajalín. Ácida, corrosiva, visceral, pero ante todo potente. Quizá no alcance la profundidad emotiva y no ahonde tanto como Chump Change (obra maestra indiscutible que ya reseñamos en este blog), aun así Mooch sigue siendo una novela de primer orden. El protagonista se debate entre su alcoholismo, un trabajo de teleoperador donde se puede sacar una pasta gansa y la relación autodestructiva con la bella Jimmy Valiente, una exbailarina de lap dance adicta al crack y a la fiesta desenfrenada, una tía impecable por fuera y hecha polvo por dentro. Solo los valientes (no me refiero a Jimmy) saben vivir la vida al máximo, y Bruno Dante por supuesto forma parte de este entrañable gremio. Siempre al límite, siempre apostando fuerte, siempre arriesgándolo todo por un sueño que no ve nadie excepto él. Como bien apuntaba Sherwood Anderson: la vida, no la muerte, es la gran aventura, y os animo a que compréis esta novela para comprobarlo. Será como viajar durante dos horas por las montañas rusas de la existencia humana. Aquí van algunos párrafos:

En la calle, de camino a la tienda, tuve una visión, un destello que iluminó mi entendimiento. Mi dificultad, mi verdadero problema, no eran ni mis depresiones, ni el alcoholismo, ni mis fracasos laborales; ni siquiera ese miedo secreto de ser un puto majara desquiciado. Mi problema eran las personas, y me tenían rodeado (pág. 17).

Llegué a una conclusión inmediata: a la mierda con mis sueños de escritor. Por primera vez en mi vida estaba viendo las cosas claras, contemplando mi futuro. Los novelistas y guionistas como Jonathan Dante morían en Los Ángeles arruinados, humillados, degradados. Sacrificaban sus cojones y su talento a cambio de la fantasía de triunfar en Hollywood. Las letras ya no importaban a nadie, la literatura estaba más muerta que una reposición de Seinfeld. En la actualidad, el setenta por ciento de los estadounidenses obtenía sus opiniones e información formateadas a través de una caja de puro marketing de un metro cuadrado, pre digeridas y a cucharadas. El grotesco mundo de ensueño creado en Los Ángeles ochenta años atrás en medio de la arena, las palmeras trasplantadas y las matas rodadoras, esa imagen que Sam Goldwyn, B.P. Schulberg, Mayer y Karl Lemmle tenían de América, se había convertido en la mentalidad de todo un país. Los escritores eran dinosaurios, los tontos del pueblo. La vida real era una serie de polis y un par de tetas de silicona. Y ya está (pág. 51/52). 

Por si fuera poco, está novela está siendo adaptada al cine en Hollywood y pronto llegará a nuestras pantallas, así que agarraos bien.