Leí este libro ayer por la noche tras jugar un torneo online de póquer de más de tres horas. Aposté a lo loco con un par de ases de mano y perdí contra un trío de dos en el river. 17.000 dólares en fichas (tranquilos, he dicho en fichas) que se abismaban por el retrete, aun teniendo una mano ganadora en el 90% de los casos. Para prenderse fuego con gasolina sin plomo. Así que me dije: vas a soñar toda la puta noche con ese jodido par de ases y quizá una buena lectura sea lo mejor para relajarse un poco y poder conciliar el sueño. En una hora y media tenía leída la novela de Esteban, lo cual significa que la lectura duró menos que el torneo, pero resultó ser tan amena que luego dormí como un bebé. Eso se llama trasmitir energía positiva, y la verdad es que esta novela, en forma de cuentos hilados, nos lleva hacia la paz interior y nos hace reflexionar sobre cómo despertar la sabiduría que llevamos dentro disfrutando de las pequeñas cosas del día a día. Pascual, el protagonista, es un hombre enjaulado en un matrimonio sin sentido donde la mujer, Norma (el nombre viene pintiparado), lo obliga a seguir unas estrictas reglas de convivencia enumeradas en un libro de hule azul. Cosas tan idiotas como programar los coitos, las salidas con los colegas, las dietas y demás idioteces que solo una mente enferma y delirante podría pensar. A la parienta se le va la castaña que es un placer. El malestar interior del pobre Pascual es tan agudo que el cuerpo lo somatiza en el lado izquierdo, curiosamente el más próximo a Norma cuando se acuestan, y donde además tenemos el corazón. Vaya casualidad. El trabajo también es alienante y no se me ocurre un puesto más absurdo que coordinador de coordinadores bancarios (CCB). Supongo que hay que probar a revestir semejante cargo para saber lo que es esperpéntico de verdad. Pero el protagonista reacciona, y tras despojarse de las cadenas del convencionalismo y conocer a África, una tipa llena de energía positiva, descubre el lado espiritual de la existencia, pero sobre todo aprende a valorar el presente como el bien más preciado de todo ser humano:
Como dicen los maestros, se llega a la espiritualidad por el sufrimiento, porque una vez alcanzada te das cuenta de que te han despellejado (pág. 102).
Viajé mucho para aprender que la sabiduría se encuentra dentro de uno mismo, que no tiene más que contemplarse para llegar a ella. Poco a poco fui dándome cuenta de que cada vez era menos lo que necesitaba para ser feliz: una comida al día ropa que guardase el calor del cuerpo que habitaba y generar tiempo para ahondar en los buenos sentimientos. Tan solo eso (pág. 105).
Creo que voy a seguir el consejo de Esteban, o mejor dicho de Pascual, y me voy a olvidar de una puta vez de esa pareja de ases. Estoy seguro de que lo conseguiré... ¿O no?