jueves, 21 de mayo de 2015

ANGUSTIA, de JOSÉ ÁNGEL BARRUECO


En una sociedad pobre llena de trepas, sabandijas, alimañas, editores sin ideas, explotadores, gente que vive con la sola finalidad de pisotear a los demás y de infectar este mundo podrido, saber que existen personas como José Ángel Barrueco es un seguro de vida que todos deberíamos contratar. El problema es dar con esta gente tan especial, tan buena por dentro, tan dispuesta siempre a ayudar a los demás sin pedir nada a cambio. En este inmenso basurero llamado "mundo", tener la suerte de coincidir con personas especiales es un regalo por el que tenemos que ser muy agradecidos. Ya lo sé: estoy hablando de la persona y no de la obra. Ya lo sé: en este blog prometimos separar siempre al autor de sus libros para que nadie me acuse de amiguismo y colegueo, pero esta vez no va a ser posible porque Angustia es una especie de diario autobiográfico en el que la ficción queda relegada en un segundo plano, y donde todas las atenciones están dirigidas, inevitablemente, hacia la figura del autor, quien narra en primera persona el enorme calvario que tuvo que sufrir durante el cáncer que acabó con la vida de su joven madre. Frente a una obra de estas características resulta muy complicado hacer una distinción, menos aún si conoces al autor. Si a alguien le sienta mal y la envidia y el prejuicio le corroen por dentro, ya sabe que se puede ir tranquilamente a tomar por culo, y nadie lo va a echar en falta. Pero hablemos de cosas buenas: José Ángel Barrueco, a quien conozco desde 2009 y a quien el único favor que le debo es invitarlos (a él y a su chica) a un tinto de verano decente (el que tomamos en Barcelona estaba hecho sin arte y sin amor), es un guerrero que lleva luchando en el mundillo editorial la tira de años. Su historia es la de muchos otros: publicar en editoriales medianas/pequeñas, pelearse con los editores por unos míseros derechos que se niegan a pagar y ver cómo tu libro muere a los tres meses de salir al mercado. Punto y final. Y la historia se repite constantemente, y uno va publicando por aquí y por allá y cumple años y pasa el umbral de los cuarenta y se pregunta si toda esta mierda tiene algo de sentido, ese estúpido trajinar absurdo a cambio de un montón de nada, esas batallas que libramos a diario y que te dejan en los labios el sabor amargo de la decepción, esas relaciones profesionales con personas que siempre acaban decepcionándote por culpa de esa mediocridad que nos carcome por dentro, y ves que no acabas de dar el gran salto y que siempre estás a merced de unos editores sin ganas ni recursos ni mucho menos ética. Y mientras te preocupas por todas estas bagatelas, a tu madre le diagnostican un cáncer de mama en estadio muy avanzado. Tu percepción del mundo cambia. Tú cambias. Tú vida cambia. Tus emociones cambian. Tu pareja, como si fuera una cruel broma del destino, se queda embarazada, e irrumpe en tu cabeza esa dicotomía entre la vida y la muerte, entre lo que el destino nos quita y nos da, entre agarrarse a la esperanza del futuro o abandonarse en pos de la desolación. Angustia nos cuenta, de manera tremendamente emotiva (hacia tiempo que no lloraba con un libro), la lucha atávica entre la vida y la muerte; nos cuenta el amor de un hijo hacia su madre, destrozada por un cáncer asesino que se acaba imponiendo como un verdugo supremo. El lenguaje, obstaculizado a ratos por las constantes citas, a mi modo de ver innecesarias, cobra fuerza sobre todo en la segunda parte, y las últimas treinta/cuarenta páginas son absolutamente magistrales. Un par de pasajes de muestra:

Mientras caminaba por el cementerio, a paso vivo, iba pensando en la extinción, en cómo acabamos todos, tarde o temprano, siendo inquilinos de una sepultura. ¿Y en qué otra cosa puedes pensar cuando avanzas entre lápidas? Solo en la muerte y en vivir, vivir un poco más. En sobrevivir. En ganar más tiempo para tu causa (pág. 22).

La naturaleza nos destruye con sus enfermedades y la muerte nos mata con sus virus y a ella oponemos la vida, procreamos y nos reproducimos y nos multiplicamos porque nosotros, los seres humanos, también somos una forma de virus, algo indestructrible que se propaga y crece y se multiplica, algo con lo que la naturaleza no logra acabar nunca. Seres vivos que resisten y procrean (pág. 169).

Y también el cierre final:

Madre, me faltas cuando más te necesito.
He escrito este libro para que no te pierdas, para preservar tu recuerdo.
Esta narración comenzó en un cementerio, visitando la tumba de un escritor, y concluye en otro cementerio, visitando la sepultura de mi madre amada y perdida.
Este canto es para ti, pues a ti me dirijo y te imploro:
Te busco.
Te busco y no te encuentro.
Dónde estás, madre?

Brutal. Uno se pregunta qué habría pasado si este libro hubiera caído en buenas manos o si hubiera sido publicado por una editorial con poder mediático. La respuesta, como siempre, está soplando en el viento, pero una cosa es cierta: tu madre no se ha ido, José Ángel. Te engañas a ti mismo cuando dices que no la encuentras. Ella vive en este libro, y estoy seguro de que todos los días, cuando estás escribiendo, se pone a tu lado para infundirte nuevas esperanzas y ayudarte a cultivar tu enorme talento.  


viernes, 1 de mayo de 2015

TODO ESTÁ BIEN, de DANIEL RUIZ GARCÍA



Buenos días, amigos. Día uno de mayo. Día de los trabajadores pobres en este maravilloso país pobre que es España, donde se come de putísima madre y el tiempo es la hostia. Día de nuevas reseñas. Día de sorpresas, como por ejemplo que una editorial como Tusquets saque un libro de Daniel Ruiz García, al que defiendo a capa y espada desde hace años y al que personalmente considero como uno de los mejores escritores españoles de este inmenso páramo sombrío que es la literatura contemporánea. No me malinterpretéis, pero lo primero que pensé al ver el libro en la sección de novedades fue: "¿Qué coño está pasando aquí? ¿Es que todavía queda un resquicio para la esperanza? ¿Los editores ahora se drogan? Que no se lo tomen a mal los de Tusquets, pero quitando al maestro Kundera y a unos cuantos clásicos, lo demás no vale el precio del billete, lo siento. Creo que tenéis las mejores cubiertas y las mejores ediciones, pero la elección de los libros es bastante cuestionable. Cuando nuestros caballos ganadores son cosas tipo El balcón en invierno, entonces tenemos un problema gordo y deberíamos sentarnos y sopesar la posibilidad de volver a la fórmula inicial, porque, a diferencia del libro de Daniel, nada está bien. Ya me sé la historia de los compromisos, pero un editor tiene ante todo la tarea moral de difundir literatura fumable, por encima del dinero. Si quieres forraros, montad una clínica de fecundación in vitro, no una editorial. Pero nos estamos desviando de lo fundamental, y es que pese a que Tusquets no destaque por la calidad literaria que nos viene ofreciendo en los últimos años, hay que reconocerle el enorme mérito de publicar y brindarnos a los lectores esta nueva novela de Daniel Ruiz García, cuyo título, Todo está bien, remite inevitablemente a Todo va bien, pepinazo de Sócrates Adams que ya reseñamos por estos lares. Es una historia que relata a la perfección el malestar de una sociedad en crisis y a la deriva, una sociedad sin valores en lo que solo importa el interés personal por encima de los demás y del jodido grupo. No en balde somos un país pobre, que por consiguiente tiene una mentalidad pobre. Medio mundo jode a otro medio, y así tenemos a Olegario, un consejero de Fomento y Vivienda que vive su particular descenso hacia el infierno tras emborracharse y perder su móvil y su cartera; Mila, un travesti sin recursos que vive bajo el maltrato de Salvita, un proxeneta politoxicómano; Paquito Almería, periodista ninguneado por su jefe y en busca de una exclusiva, y Ultramemo, el puto rey de la blogosfera. Vidas que se cruzan en un mar de dudas, abusos, inseguridades, violencia y traiciones. Pero lo que más cautiva del autor es su prosa afilada, su lenguaje corrosivo en el que mezcla hábilmente diálogos y narración, consiguiendo una fuerza solo al alcance de unos pocos elegidos. El final, única pequeña pega del libro, a mi parecer es demasiado precipitado, pero no le resta en absoluto valor a la novela. Pasajes:

La misma luna los baña a todos, en su océano oscuro van a dormir todos los sueños de todos los habitantes de la ciudad, ciudadanos demócratas que eligen democráticamente a sus representantes para compartir lecho con ellos cuando el sol muere aplastado por el hormigón (pág. 97).

Qué difícil resulta pensar en la crueldad, en el daño, en las dificultades cotidianas viendo esta luna. Podría quedarse aquí para siempre, sumergida en su ingrávido océano, cantando canciones de cuna, perseverando en su influjo: nunca más lobos, eternamente corderos. Lástima  que cada amanecida es un crimen: al abrir los ojos y apagar el despertador con un golpe, lo único que quedan son cuchillos (pág. 100).


Sí, amigos, Daniel Ruiz García escribe como los ángeles, y la editorial Tusquets se merece un diez por sacar su novela. Al César lo que es del César. Esperemos que sea un buen agüero de cara al futuro, el comienzo de un nuevo camino en pos de la buena literatura. Menos Albert Espinosa y más Daniel Ruiz García en nuestra dieta, y seguro que pronto todo estará bien.