Soy plenamente consciente de que no voy a decir absolutamente nada nuevo que ya no hayan dicho los cientos de periodistas, lectores, críticos o blogueros acerca de esta sorprendente novela; pese a ello, me he animado a reseñarla por el impacto (inesperado) que me ha causado. Conocía a Eduardo Mendoza por ser un escritor mediático y haber ganado, entre otras cosas, el Premio Planeta en 2010 con la novela Riña de gatos. Me urge subrayar que desde que Boris Izaguirre fue finalista en la edición de 2007, dejé de interesarme por ese certamen y por los galardonados. Una cosa es vendernos literatura comercial y otra bien distinta es tratar de endilgarnos comida para perros. Estudios recientes han demostrado que ya lo hace McDonald's, así que con uno tenemos suficiente. Mucha gente me había hablado de este libro, de lo divertido y original que era, pero por razones diversas nunca me había animado. Además, solía confundir a Eduardo Mendoza con Albert Espinosa (tal vez por algunas asonancias en los apellidos), lo cual ha ido en claro detrimento del primero. Sin noticias de Gurb es una novela estupenda, bien escrita, directa, con un humor corrosivo y un lenguaje muy fresco. No hay nada más difícil en literatura que hacer reír al lector, resultar gracioso sin caer en lo grosero o lo banal, y Eduardo demuestra ser un maestro absoluto que acciona la risa de la gente a su antojo. La trama es bastante sencilla: dos extraterrestres de inteligencia superior aterrizan en la Tierra y empiezan su periplo. Uno de ellos, Gurb, adopta la forma de Marta Sánchez para pasar desapercibido (primer despropósito), mientras que el otro, el verdadero protagonista de la novela, va cambiando de aspecto cada dos por tres y trata de formar parte del género humano construyéndose una vida "normal". El libro entero es un auténtico descojono y casi no hay ningún párrafo que no resulte divertido. Pero el humor de Mendoza es inteligente, de ahí su grandeza. Detrás de esa visión irónica del protagonista se aprecia una gran profundidad de contenidos y de temas existenciales propios de todo ser humano, como pueden ser la planificación de nuestras vidas, los proyectos amorosos, las dudas existenciales o las derrotas del día a día. Hasta un extraterrestre de inteligencia superior (nos dice que es intelecto puro, por eso tiene que adoptar la forma de alguien) se hace la picha un lío con los mecanismos enredados de nuestro mundo, así que ¡imaginaos los humanos! Aquí un par de fragmentos:
He parado a un peatón que parecía poseer un nivel de mansedumbre alto y le he preguntado dónde podría encontrar a una persona extraviada. Me ha preguntado qué edad tenía esa persona. Al contestarle que seis mil quinientos trece años, me ha sugerido que la buscara en El Corte Inglés (pág.: 23).
No hay en todo el universo chapuza más grande ni trasto peor hecho que el ser humano. Solo las orejas, pegadas al cráneo de cualquier modo, ya bastarían para descalificarlo. Los pies son ridículos; las tripas, asquerosas. Todas las calaveras tienen una cara de risa que no viene a cuento. De todo ello los seres humanos solo son culpables hasta cierto punto. La verdad es que tuvieron mala suerte con la evolución (pág.: 103).
Un libro para todo tipo de público, un diamante sin pulir de uno de los grandes de este país. Ídolo.