martes, 30 de diciembre de 2014

LA ISLA DEL TESORO, de ROBERT LOUIS STEVENSON



El 20 de diciembre, fecha en la que me encontraba de vacaciones leyendo el clásico inmortal La isla del tesoro, de R. L. Stevenson, Babelia publicaba una lista con los 10 mejores libros de 2014. La he vuelto a leer ahora y he tenido que beber agua para calmar la tos producida por las risas. Una cosa es que nos tomen por bobos, y otra bastante distinta es que insulten nuestra inteligencia. Todos sabemos que en España hay castas en cualquier ámbito y que el amiguismo arrambla por doquier, pero tal vez deberían intentar ser algo menos explícitos. Primer puesto para Javier Marías, y así tenemos a Alfaguara contenta (no digo que sea mal escritor, aunque a mí personalmente no me entra por ningún lado). Al segundo puesto, cómo no, Javier Cercas con El impostor, no sea que los de Random House nos quiten el saludo en las ferias. Patrick Moyano en la séptima posición, pues no podía faltar en esta lista el premio Nobel más inexplicable de la historia, claro. Pero la sorpresa bomba llega en la novena posición. Agarraos, que vienen curvas: El nuevo diccionario de la Real Academia. "Esperpénticamente" tremebundo. Soy un gran defensor de la RAE y me considero un purista de la lengua, pero alguien debería explicarme qué coño pinta esto en una lista de los mejores libros del año. Necesito entenderlo o no voy a poder entrar en el 2015 tranquilo. Luego nos quejamos de que las pequeñas editoriales van desapareciendo y de que la gente no compra libros. No me sorprende, joder. ¿Es que no podemos olvidarnos por un momento de los favores y del colegueo y tratar de ser, al menos en Navidad, objetivos y justos? Al menos en las fiestas, maldita sea. Se me ocurren más de treinta libros, publicados en 2014 por editoriales pequeñas/independientes, que le dan mil vueltas a todos estos (véanse reseñas anteriores). ¿No os dais cuenta del daño que hacéis publicando esas listas? ¿Acaso habéis leído a Daniel Ruíz García, o a Iván Rojo, o a Pepe Pereza, o a Alexander Drake antes de sentenciar que esos son los mejores? ¿Lo son porque gracias al márketing han vendido unos cuantos ejemplares más? ¿Lo son porque publican en Planeta, Santillana o Anagrama? No somos colegas ni tomamos cañas juntos, pero los que menciono (me dejo a muchos en el tintero, lo sé) me parecen buenos escritores y todos han sacado libros cojonudos. No me deben nada, ni yo a ellos; simplemente me compro sus libros y los leo como cualquier otro. Pero claro, no os han lamido el culo a fondo y por lo tanto se supone que no les debéis ningún favor. Luego nos quejamos de que la literatura española está de capa caída. Viendo lo que se promociona, no me sorprende lo más mínimo. Es entonces cuando a uno le entra nostalgia y se refugia en los clásicos de toda la vida y pasa de todas esas novedades aclamadas a bombo y platillo por el todopoderoso bombardeo publicitario de las grandes. En mi caso, la historia del joven Jim Hawkins, del pirata John Silver, del capitan Smollet y del doctor Livesey, junto con toda la chusma que navega en la Hispaniola en busca del teroso de Flint, ha sido, quince años después de su primera lectura, una panacea más que eficaz para quitarme de encima ese bochorno empalagoso que las castas te meten en la piel y que día tras día te quita las ganas de seguir creyendo en esa nueva mariposa sin alas, en ese perro castrado llamado Literatura Contemporánea. Dicho lo dicho, mi consejo es: refugiaos en los clásicos; allí vuestras almas decepcionadas encontrarán algo de consuelo y por un momento pensaréis que hubo una época, no demasiado lejana, en la que se apostaba por la literatura de verdad. Podéis empezar con La isla del tesoro, y la magnífica edición ilustrada que ha sacado Valdemar, por el módico precio de 11 euros, es una de las apuestas más seguras del momento. Si pienso que la paja vale entre 18 y 20 euros, la relación calidad-precio de esta novela es absolutamente inmejorable. Es como ir al Celler de Can Roca y comer con 20 euros, así que daos un buen atracón y quedaos más a gusto que un arbusto. Las fechas lo permiten. Salud y feliz 2015 a todos, con la esperanza de que sea algo más, no sé..., algo más... sensato.