Desgranan lentamente los últimos días de marzo y ya toca sacar la reseña del mes. No he leído mucho, pero he tenido la suerte de dar con este nuevo libro de Nicola Pezzoli que me he devorado en una tarde. Está en italiano, lo sé. Vais a decir: "Coño, tío, sacas una reseña al mes y encima de una novela que está en otro idioma. Vete a tomar por culo". Os entiendo, pero la misión principal de este blog es, entre otras cosas, promocionar libros buenos, bien sean clásicos bien sean de autores prácticamente desconocidos, como en el caso del señor Pezzoli. No sé si esto servirá de anzuelo para que algún editor con dos dedos de frente, si es que queda alguno, se interese por esta historia y decida traducirla para dar un poquito más de lustre a la literatura contemporánea, pero aquí pongo mi granito de arena. Bueno, vamos al lío. Chiudi gli occhi e guarda (Cierra los ojos y mira) es la segunda novela de Nicola Pezzoli protagonizada por Corradino (la primera, Quattro soli a motore, se reseñó aquí hace unos meses), un chico retraído originario de un pueblo perdido de Lombardia y supuesto alter ego del mismo autor. Hay algo que no me canso nunca de repetir: "No hay nada más difícil para un escritor que recrear el universo de la infancia. Es su reto más grande y a la vez la prueba de fuego que lo puede situar por encima del montón y de los pregoneros de bazofia". Tras las vicisitudes tiernas y desternillantes del Corradino niño de Quattro soli a motore, Nicola nos relata en esta novela breve unas vacaciones en la playa del preadolescente Corradino junto con su madre. Cien páginas que hacen una radiografía perfecta de ese período convulso que cada uno de nosotros hemos vivido a nuestra manera y que ha supuesto la forja del hombre adulto que necesita aprender la ley de la jungla para sobrevivir. Este libro es un descubrimiento constante, no solo para Corradino, sino también para el lector que lo acompaña en su viaje y que empatiza con sus sueños, sus primeros amoríos imposibles, sus peleas y sus ganas por asir "ese algo" que siempre acaba escapándose de nuestro alcance. ¿Adónde vamos? ¿Por qué crecemos, tenemos hijos, trabajamos y luchamos a diario en aras de un futuro mejor? ¿Qué nos espera al final del túnel? Nicola Pezzoli plantea todos estos interrogantes con una novela breve, redonda, absolutamente trascendental y con un final muy emotivo. Una vez más, la receta sencillez/emociones/infancia nos ofrece un producto muy sólido, que además destaca por el lenguaje híbrido del autor, donde se mezclan expresiones dialectales, frases corrosivas, tacos absurdos y tropos descojonantes, consiguiendo una fuerza narrativa envidiable y muy original. Aquí varios pasajes:
Mi capita di sognare che nel fare il bidè me lo stacco per lavarlo meglio. Ma dopo è sempre un gran casino. Si stacca agevolmente come una cosa svitabile, ma poi a riattaccarlo non ci si riesce, e magari ha pure il coraggio di sanguinare. Da svegli meglio non provarci (pág. 22).
Riprese fiato e poi, intuendo che ci stavo rimanendo male, si raddolcì nel tono: "A me interessa come pensi e come parli. Per il resto, so che un minuto fa eri un embrione e che fra un altro minuto sarai polvere, come tutti. E se nell'intervallo fra la pancia della mamma e lo sbriciolamento dello scheletro riuscirai a rendere il mondo un posto migliore di come l'hai trovato, dipenderà da come sei fatto dentro e da come agisci, dalla tua nobiltà e gentilezza, non dall'avere le orecchiette piccole e belle o a sventola come gli elefanti" (pág. 61).
Nella mia prima infanzia a Lavinia ero autodidatta. Ricavavo il sapere dai discorsi dei grandi. Ascoltavo tutto, non mi perdevo una sillaba, ricordavo ogni parola. Prendevo tutto per oro inculato, perchè da piccolissimo non te lo dice nessuno che gli adulti sono in gran parte stupidi e ignoranti, o varie sfumature di queste due cose (pág. 89).
Non siamo mai all'altezza di niente. Non siamo capaci di non deludere gli altri, e noi stessi. Non siamo all'altezza. Perdonami, Alex (pág. 106).
Y este último, precioso:
La vita è una e irripetibile. E svanisce, al cospetto dei tempi cosmici, in pochi miliardesimi di secondo. Ogni cosa passa e va. Ognuno di noi è una goccia di rugiada a mezzogiorno nel deserto: ha senso stare a torturarsi mentre si evapora? Ci sono farfalle che vivono un giorno, e lo trascorrono facendo l'amore. Ci sono babbei che vivono ottant'anni, e li trascorrono prendendosi a frustate. A mortificarsi. O a risparmiar palanche per una tomba di lusso. Lascia pure che gli asini e i normali pensino che ti manca una rotella: le loro rotelle sono ruote di tortura, che li squartano prima di buttarli via. A loro mancano libertà e vita (pág. 126).
Me reafirmo: el mejor escritor del panorama italiano contemporáneo, a la altura de los tan blasonados Erri de Luca y Alessandro Baricco, aunque yo me quedo toda la vida con Nicola Pezzoli. Por cierto, lo publica Neo Edizioni, una de las tantas editoriales pequeñas e independientes que apuestan por la buena literatura por encima de lo comercial y de lo empalagoso, y gracias a las cuales podemos disfrutar de historias como esta. A ver si las grandes editoriales se ponen las pilas (podrían empezar por el culo), porque últimamente no levantan cabeza y no consiguen despachar nada mínimamente fumable.