domingo, 1 de septiembre de 2013

CONDENADA, de CHUCK PALAHNIUK



Si tenéis ganas de descojonaros a lo bestia mientras tomáis el sol en la playa o escucháis música tirados en el sofá, y de paso reflexionar un poco sobre los absurdos derroteros que está tomando el mundo, entonces este es vuestro libro. Hay páginas en las que uno apenas puede avanzar y se desternilla vivo con el humor ácido de Palahniuk. De todas sus novelas que se han publicado en España, esta es sin duda la más lograda, pues el autor aprueba con nota su gran asignatura pendiente hasta la fecha: la trama. Las anteriores obras made in Palahniuk solían distinguirse por su originalidad y por empezar muy fuerte: frases demoledoras, sarcasmo, estilo muy ágil y escritura de alto nivel. Pero conforme ibas avanzando con la lectura te dabas cuenta de que al autor se le iba progresivamente la olla y la historia de base quedaba diluida en un espeso matorral de soliloquios, subhistorias, diálogos algo traídos por los pelos y un final anunciado. Después de la mitad del libro, el lector tenía la sensación de arrastrarse hasta el final de una forma que rozaba la agonía. ¿Cuántas páginas me faltan para acabar? A excepción de Asfixia y por supuesto de Condenada, en todas la otras novelas me surgió esa dichosa pregunta, y eso no suele ser buena señal.
En esta novela, en cambio, Palahniuk da el gran salto cualitativo que estaba esperando y por fin consigue que el engranaje narrativo funcione a la perfección, excepto quizá en algunos capítulos en los que vuelven los viejos vicios, pero que no afectan para nada la historia. Uno de los grandes problemas de los autores que aspiran a ser demasiado originales (válgame como ejemplo, una vez más, el sobrevalorado grupo Nocilla) es que muchas veces ni ellos mismos saben qué cojones quieren contar y el resultado final suele ser un producto superficial y pasado de rosca. En otras palabras: un bodrio.
Condenada supera los pronósticos y demuestra ser una novela sólida y extremadamente divertida. Es un auténtico goce ver cómo se le va la castaña al autor al tiempo que nos dejamos llevar por una historia bien armada donde se nos cuentan las peripecias de Madison Spencer, una niña de trece años hija de una estrella de cine narcisista y de un multimillonario. Mientras sus padres se dedican a adoptar huerfanitos por el mundo para subir su popularidad ante las cámaras, Madison muere por una sobredosis y se despierta en el Infierno, donde capitaneará un variopinto grupo de pecadores hasta la mismísima morada de Satanás. La misión se presenta complicada y tendrán que derrotar a varios demonios y cruzar caminos tan baldíos como el Valle de los Pañales Desechables Usados, el Gran Océano de Esperma Desperdiciado (que no para de subir desde que se inventó internet) y el Pantano de los Abortos de Fetos ya Desarrollados (me parto la caja). El final es un guiño, voluntario o no, a Niebla de Unamuno, y es el primero de Palanhiuk que por fin consigue sorprender gratamente al lector. Algunos fragmentos:

Si queréis saber mi opinión, la mayoría de la gente se pone a tener hijos cuando se le empieza a agotar el entusiasmo por la vida. Los hijos nos permiten revisar la emoción que antes nos producía, bueno... todo. Y al cabo de una generación son los nietos quienes nos vuelven a subir el entusiasmo. Reproducirse es una especie de inyección de moral para que sigamos amando la vida (pág. 107).

Una vez que estás muerto y en el Infierno, tus opciones son, o bien hacer algo trivial pero hacerlo de manera muy solemne, por ejemplo investigación de mercado sobre el uso de los clips para sujetar papeles. O bien se puede hacer algo muy serio de una manera muy trivial, como por ejemplo poner cara de aburrido y de que todo te da igual mientras cagas en un plato de cristal y te lo comes con una cucharadilla de plata: la caca, quiero decir, no el plato (pág.: 111).

Por supuesto, mi padre quería introducir el concepto de disciplina y el de responsabilidades en la vida de Goran, pero a un chaval que sin duda había sido atormentado por medio de electrochoque y tortura del agua y con inyecciones intravenosas de líquido limpiador de tuberías, no lo iban a acobardar fácilmente la amenaza de unos azotes y una hora de castigo encerrado en la habitación (pág. 123).

Podría seguir hasta el infinito con frases como estas, pero sería mejor que os comprarais esta maravillosa novela y la disfrutarais por vuestra cuenta para olvidar todos los malos rollos que os afligen. Es una panacea perfecta, os lo aseguro.