No soy un gran admirador de Kerouac ni de la Generación beat pese a que le guardo mucho respeto, debo reconocerlo. Siempre he tenido la sensación de que se le ha otorgado más valor del que realmente tiene, más calidad de la que rezuman sus autores. Pero bueno, la vida está repleta de situaciones como esa, de infravaloraciones y sobrevaloraciones que acaban minando el equilibrio de la balanza de la existencia. ¿Queréis un ejemplo ad hoc? Pues coged a cualquier libro de Vila-matas o Javier Cercas o José María Guelbenzu y después leed Morir y vivir en Lavapiés (Ediciones Escalera, 2012) de José Ángel Barrueco (lo releí por segunda vez la semana pasada y es una bomba). Los primeros gozan de un gran reconocimiento a nivel mundial (los felicito desde aquí y me alegro mucho), mientras que el segundo se mueve por el underground literario madrileño y lo más probable es que pocos lo conozcan más allá de su blog y menos aún fuera de España. Sin embargo, ninguna de las obras de estos supuestos grandes autores alcanza el nivel del libro de Barrueco, ni siquiera de lejos. Se trata de ser objetivos y honestos, pese a que para gustos hay colores. Si no me creéis, haced el experimento y luego hablamos. ¿Qué significa esto? En realidad no mucho, simplemente que la balanza de la que hablamos antes está algo jodida. Tal vez sea un problema de pilas, quién sabe. Pues bueno, esa siempre ha sido la sensación que he tenido tras leer autores de la Generación beat. Buenos libros, pero NO obras maestras. El único que tal vez se eleva por encima del montón es On the road (El el camino) de Kerouac, una novela muy interesante sobre América, que de todos modos sigue sin conquistar el alma de este servidor, cualidad indispensable en toda obra maestra. Pese a ello, me animé con Doctor Sax (Ediciones Escalera, 2013) y me llevé una grata sorpresa. Se trata de una novela semiautobiográfica sobre la infancia de Jack Duluoz (claro alter ego del autor) en Lowell, Massachussets. Marcada por el inconfundible estilo de escritura automática que catapultó a Kerouac al Olimpo de la Fama, la novela narra la historia de un chico que crece en un sórdido pueblo industrial de la América profunda, rodeado de visiones góticas que adquieren un significado simbólico y literario de gran relieve. El doctor Sax es el hombre misterioso que domina la imaginación de Jack, la sombra maléfica que lo acecha desde la oscuridad, un Fausto de nuestros días que forcejea entre el Bien y el Mal, tratando de derrotar la Serpiente del Mundo (¿el Diablo?) que habita en el Castillo. Las metáforas y los guiños a la literatura gótica y al mito fáustico son constantes a lo largo del libro, y demuestran ese gran talento narrativo de Kerouac que no acababa de ver del todo en On the road. Muy interesantes sobre todo los capítulos finales, cuando el chico por fin se decide a acercarse al Doctor Sax y vive con él extrañas experiencias oníricas, como sobrevolar Lowell, crear una pócima mágica para acabar con la Serpiente y eludir así la condena eterna o tener una visión panóramica del Mundo (véase Doctor Fausto de Mann o Melville y El diablo cojuelo de Vélez de Guevara). Aquí van un par de fragmentos:
"Ríes con tu carita alelada, juegas en las calles, no conoces la diferencia, incluso mi padre llevaba años advirtiéndomelo, todo se reduce a un tortuoso asunto con un nombre atractivo, es lo que llamamos VIVIR, o más bien PREGONAR... Cómo se desgastan las paredes de la vida, cómo se colapsan nuestras vigas maestras, nuestros tendones" (pág.: 91).
"Toda tu América, dice Sax, es como una densa colmena balzaciana a punto de caramelo. Y de pronto, allí mismo, sin ninguna razón aparente, enfurece, como si fuera a explotar o incubara un eructo, como un toro a punto de vomitar un barril de sangre, ja ja je je ja, y eructa, je je ja ja, ahí se acerca de nuevo, por el otro lado, tiemblo de pies a cabeza, salto para esquivar la guadaña de su risa. Luego veo su mirada lasciva que se oculta, y vuelve a reír. Esta noche la Serpiente será aniquilada...
Míralos, dice Sax, mira tus campos, tu oscuridad, tu noche. Esta noche meteremos a todos los gusanos en la olla de la destrucción" (pág.: 223).
Esto ya es harina de otro costal. Bravo, Jack. Lectura de verano altamente recomendable para evadirse de la estancada y aburrida realidad que amenaza con tragarse el mundo. Felicidades a los editores de Escalera por la labor realizada en estos años: mejor publicar poco y bien que sacar basura hedionda a espuertas y colapsar el mercado y vendernos bicis sin sillín. Tomen nota muchos editores.
Efectivamente, es un problema de pilas. Esas pilas se llaman ´"promoción". Por alguna retorcida razón, alguien elige lo que va a conquistar el favor del público y se dedica a encumbrarlo dejando caer a otros. Pero ¿quién decide esto? ¿Quiénes son? ¿Tienen verdadero criterio, están acostumbrados a leer, sabe, acaso, de qué va la literatura? Pues sin eso tampoco serán capaces de adivinar los gustos. Hoy las grandes obras, las que se siguen vendiendo después de siglos, los verdaderos best sellers, sencillamente no se publicarían.
ResponderEliminarEstamos en manos de patanes.
Completamente de acuerdo contigo. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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