lunes, 8 de octubre de 2012

CONCESIONES AL DEMONIO, de ÓSCAR SIPÁN




La cosa empieza así: leo una reseña muy interesante en un blog sobre esta novela y me entra curiosidad. El título me parece sugerente y me pongo a investigar sobre el autor, el escritor y editor Óscar Sipán. Descubro que hay más reseñas y todas hablan muy bien del libro. La curiosidad va en aumento, aunque soy consciente de que la mayoría de las veces una reseña no significa nada; no es más que un favor evanescente o un intento abortado de lamerle el culo a un tío que está por encima de nosotros. A veces resulta patética la facilidad que tienen ciertas personas para reseñar libros que no valen la cagada de un pájaro. Luego te pones a indagar y descubres que autor y reseñista son colegas de toda la vida o miembros de alguna mafia literaria. Bien, pues yo al señor Sipán no lo había visto en mi vida. Eran un nombre y un apellido a los que mi imaginación intentaba asignar un rostro. Y menos aún me sonaba la editorial: Ediciones Nalvay. Pienso: vaya, cada día uno descubre algo nuevo. El problema es que me pongo a buscar el libro y no hay manera de encontrarlo. Los grandes grupos han copado distribuidoras y librerías con sus toneladas de basura (véase Las sombras tóxicas de Grey), de modo que a las pequeñas editoriales no les queda otra que apañársela en medio de la jungla con un palillo de madera, lo cual demuestra claramente una cosa: cuando se cree en algo, la valentía nos empuja más allá de las fronteras de la realidad, y yo siempre me quito el sombrero ante semejante alarde de valor. Como os decía, no encuentro el libro y decido ponerme en contacto con los editores. Me escriben enseguida (algo que siempre se agradece) y me comentan que el domingo día 7 de octubre estarán en una feria del libro en Besalú (provincia de Girona) junto con el autor. Como a la ocasión la pintan calva, el domingo cojo el coche con mi mujer y recorro ciento treinta y tres kilómetros hasta llegar a ese encantador pueblo medieval. No se trata de tozudez; se trata de tesón. Quería leer el jodido libro e iba a recorrer toda la península ibérica si hubiese sido menester. Y resulta que conozco a Óscar y a los editores y me parecen gente encantadora. Bueno, me digo, ahora a ver qué tal la novela. La edición es preciosa, tanto por su formato (tamaño Alfaguara) como por su atractiva portada. Volvemos a casa y devoro el libro en poco menos de dos horas. Primeras sensaciones en caliente: es de lo mejor que he leído últimamente de autores españoles contemporáneos. Sensaciones en frío a la mañana siguiente: si Raymond Carver hubiese nacido en España, se hubiera llamado Óscar Sipán (he probado mejores sensaciones que leyendo Catedral). Se trata de siete relatos engarzados que narran la vida de los inquilinos del edificio Zabulón, cada uno con sus miedos y sus inseguridades, quienes tropiezan a diario en esas trampas diabólicas diseminadas por doquier que tanto caracterizan la existencia humana. Tenemos un joyero con fama de mujeriego, un jubilado solitario, un exciclista profesional, el afamado escritor Nigel Farmer, el escritor novel Livio Carneiro y una mujer madura que por fin parece haber encontrado su príncipe azul, o al menos haberse autoconvencido de ello. En todos los relatos que componen la novela se percibe una sombra maléfica, como si algo terrible estuviera a punto de ocurrir, una amenaza invisible que agarra al lector por el cuello y no lo suelta hasta el final. El capítulo del jubilado, el cuarto, es una auténtica delicia. Válgame este fragmento:

"Tengo mi propia visión local del universo: los veinte años son tiempos de utopías y romanticismos. A los treinta llega el desencanto, los repechos de la existencia y el aprendizaje de las reglas de juego. A los cuarenta, la falsa paz romana de una casa y una familia. Los cincuenta son una edad de revelaciones: a uno se le agría el carácter y aprende a leer los mensajes subliminales. De allí en adelante toca comprender que la vida es un parto sin epidural en el que empujas todo el tiempo" (pág.: 62).

Y, como si fuera poco, el autor menciona a John Fante (el mejor escritor en tres mil años de humanidad) en el capítulo de Nigel Farmer, y ahí sí que me tiene ganado por completo.
Al final se tiene la sensación de haber asistido a un guiñol perfecto dirigido por el señor Sipán, el demiurgo que sale al escenario antes de que se cierre el telón para recibir los merecidos aplausos de los presentes y agitar por última vez su preciada ecosfera. El público va en delirio. 
Por cierto: la feria de Besalú ya ha terminado, así que para conseguir el libro existen dos formas: internet (www.todostuslibros.com u Abebooks) o directamente a través de la editorial. Os aseguro que vale la pena.



1 comentario:

  1. Y tanto que vale la pena ... A veces hay reseñistas de corazón, de los que extrañamente leen porque les gusta leer. Y gente honesta hay poca pero aún queda. Es cuestión de fe.

    bsos!

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