Lo primero que quiero decir es que llevo dos meses sin publicar ninguna reseña en este blog y eso no se debe a que haya dejado de leer o me haya vuelto majara. Sencillamente, los libros que llegaron a mis manos este verano no me parecieron interesantes, y la filosofía de este blog es, entre otras cosas, recomendar obras con garra y fuerza narrativa. No se trata de publicar por publicar ni de hacerle la pelota a algún escritor de renombre para ganarse su amistad como veo que hacen unos cuantos. Eso no haría más que pisotear mi dignidad, además de ser una pérdida total de tiempo y de energía. Hace un mes me leí una novela sobre una casa encantada que ostentaba críticas maravillosas mirases por donde mirases. Al terminarla pensé: "Me sentiría mejor si hubiera perdido los jodidos veintitrés euros en la ruleta". Luego pensé: "Me gustaría conocer a los autores de las críticas". ¿Es que la gente se ha dado a la priva con esto de la crisis o qué? Compromisos literarios, chicos, la peor mierda que pueda haber. Tú me reseñas a mí y yo te reseño a ti, da igual la piltrafa que escribas. Todo muy bonito. Bueno, el caso es que al final me refugié por enésima vez en la literatura de EE.UU. y probé una sensación parecida a cuando tienes mucho calor en la playa y te das un buen chapuzón en el mar. Algo así. Hasta el momento había huido de las novelas de Winslow por su extensión (400 páginas la más breve), pero una vez más tuve que comerme mis prejuicios tras leer El invierno de Frankie Machine. Para empezar, hay una edición limitada de bolsillo que vale 6,95 euros y que por supuesto es una ganga enorme en tiempos de crisis (la página te sale a 0,017). En segundo lugar, la lectura es amena y la historia engancha pese a tener algunos momentos en los que resulta algo plúmbea, por ejemplo cuando Frankie cuenta su pasado de mafioso. La historia podría ser el guion perfecto para una peli de Tarantino: Frank es un hombre tranquilo de sesenta y dos años que cada mañana acude a su puesto de carnada en el puerto de San Diego. Tiene una hija, una exmujer, una novia y algunos amigos con los que surfea al amanecer. Se levanta a las cuatro y se prepara un café tostado y molido. Podría comprarse una cafetera automática para ahorrarse tiempo, pero no sería lo mismo. Eso es lo que él llama calidad de vida, y la calidad de vida tiene que ver con pequeñeces: con hacerlas bien y hacerlas como corresponde. Parece que su existencia fluye despreocupada hacia la vejez, hasta que algunos mafiosos intentan liquidarlo por un asunto del pasado, y entonces la armonía se rompe y empieza el viaje en las montañas rusas. Aquí el lector descubrirá por qué en el mundo de la mafia se lo conocía como Frankie Machine, una leyenda viviente al que más de uno anhela liquidar para subir un peldaño en el olimpo de la gloria.
Aquí va un párrafo de muestra:
"La vida es como una gran naranja, piensa Frank. Cuando eres joven, la exprimes mucho y rápido tratando de sacarle todo el zumo enseguida. Cuando te haces mayor, la exprimes lentamente saboreando cada gota porque, primero, nunca sabes la cantidad de gotas que te quedan y, segundo, las últimas gotas son las más dulces" (pág.: 22).
En definitiva, una novela muy dura rebosante de acción y giros inesperados. Una apuesta segura a cambio de una inversión ridícula. Estoy convencido de que ni siquiera Nueva Rumasa te ofrecería estas condiciones.
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