No recuerdo hacía cuánto tiempo que no me llevaba a casa un libro de Alfaguara. ¿Tres, cuatro años? No lo sé. El miedo a gastarme cerca de veinte euros a cambio de bazofia siempre ha podido conmigo. El miedo a lo malo, el terror a comprarme algo que el sistema quiere venderme a toda costa, que la publicidad engañosa y manipulada quiere endilgarme como sea. No, gracias, amigos. Pero luego resulta que doy por casualidad con El corredor nocturno, de Hugo Burel, y quedo intrigado con la contracubierta. Siempre me ha gustado todo lo relacionado con el mito faustico y me decanto por la adquisición. Me comentan que también ha salido una película basada en la novela y puede que algún día la vea. El libro lo devoro en un par de días y es una maravilla. La historia está trabada de manera impecable y la escritura es muy fluida. Por un momento hasta llego a pensar que los de Alfaguara se han vuelto locos y se han puesto a publicar literatura de calidad. Es una ilusión que dura cinco segundos, tal vez menos. El corredor nocturno es la historia de un hombre cualquiera, Eduardo López, gerente en una compañía de seguros en Montevideo, que de pronto se ve acosado por un extraño individuo que conoce en un aeropuerto y que se empeña en alborotarle la existencia. ¿Qué es lo que quiere en realidad el señor Raimundo Conti de la vida de Eduardo? ¿Cuál es el precio que hay que pagar para trepar la abrupta montaña de la vida? Y, sobre todo, ¿quién es ese hombre siniestro y misterioso? En ningún momento aparece la palabra "diablo" en la novela, pero su esencia impregna toda la narración, desde la primera hasta la última línea. ¿Aceptará Eduardo el trato? ¿Tendrá realmente alguna posibilidad de escoger, o Raimundo lo pondrá entre la espada y la pared? Un sinfín de preguntas que se van desplegando como abanicos a lo largo de la narración para cerrarse de golpe con un final ingenioso y magistral, justo antes de que caiga el abigarrado telón de la existencia sobre la mente inquieta del lector. Aquí va un breve fragmento:
"Sé que todo esto que he contado es difícil de creer, pero en realidad sucede todos los días sin que a nadie le llame la atención. Las calles están llenas de personas que con menor o mayor conciencia aceptaron. Tal vez no lo saben, o se autoconvencen de que salen adelante por méritos propios" (pág. 241).
Un libro imprescindible para todos los amantes de la buena literatura.
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