Valoración de este libro: obra maestra. Pero vayamos por partes. Primero: odio a los culturistas o a los aspirantes a culturistas o a los aprendices de culturistas. Me parecen todos unos tíomierdas. Y, para que conste, soy un tipo que acude con frecuencia al gimnasio para entrenar y mantenerme en forma. Lo que no hago, evidentemente, es hincharme a proteínas de cocodrilo, hormonas de mamut y anabolizantes de tiranosaurio a las puertas del verano para ponerme como un globo y fardar de músculos en la playa. Y encima no es raro ver a esos tipos tan grandes cagándose encima o tirándose unos pedos ruidosísimos por el esfuerzo al levantar una barra de cincuenta kilos. Pringaos. Así que me dije: ¿en serio te va a interesar un libro que se centra en un concurso de culturismo? Segundo: decidí arriesgarme en la compra y no me arrepiento, más que nada porque en esta maravillosa novela, una vez más made in EEUU, no solo se habla de culturistas, sino que se ahonda en los sentimientos y en la vida de la gente de una manera no tan distinta a como lo hizo Clint Eastwood en Millon Dollar Baby. Es la historia de Dorothy Turnipseed (apellido que en inglés significa "semilla de nabo"), una chica sencilla de pueblo que ahora puede ambicionar al título de Miss Cosmos gracias a su entrenador, Russell Morgan (llamado también Russell Músculo), quien le pone a su campeona el deslumbrante nombre artístico de Shereel Dupont. Ella es la gran favorita para alzarse con el primer premio, pero hay un inconveniente: toda la familia de Shereel viaja desde Georgia y se presenta en el hotel donde va a tener lugar la competición. El choque entre el mundo de los culturistas y el de los paletos produce un estallido más fuerte que la misma bomba atómica, y el lector se descojona a lo largo del libro y a veces incluso corre el riesgo de caerse de la silla o del sofá o de donde cojones esté sentado de tanto partirse la caja. Sin embargo, por encima de todo, incluso de la belleza de lo grotesco y de las risas, está el ahondamiento en los sentimientos y en las emociones que muy a menudo caracterizan al ser humano. Los personajes se quedan grabados a fuego en la memoria y algunos incluso llegan a cobrar vida propia en la mente del lector, como Cabeza Clavo, Billy Murciélago, el padre Alphonse (a quien todos llamaban Fonse menos su mujer), Muro, Russell, Motor, Earline y, por supuesto, Shereel. El final, de alguna manera presagiado, es la guinda en el pastel en esta fabulosa obra de arte. Aquí van algunos párrafos:
Pero siempre había tenido cuidado porque si había algo que sabía sin ningún género de dudas era que la rareza era más contagiosa que la gripe porcina. Un hombre prudente tomaba precauciones para no contraerla (pág. 123).
Encerrarse en sí misma. El nombre de aquel juego era: control. Controlarlo todo. Creer que puedes controlarlo todo. Créetelo y es tuyo. Créetelo y no habrá otra verdad (pág. 314).
La moraleja final es la siguiente: hay que hacerse con este libro, sea como sea. Mi más sincera enhorabuena a la editorial Acuarela Libros & Antonio Machado por publicar esta joya literaria en España.
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